jueves, 8 de octubre de 2020

De dioses y de hombres (4): Rahner y Balthasar

 También, como sucedió con los hermanos de Tibherine, en Santa María del Atlas, vivimos tiempos de crisis y nos sentimos amenazados por el Sars Cov 2 y sus consecuencias socioeconómicas: la pobreza, la soledad y la muerte. Con los límites humanos puestos en evidencia, estos tiempos de Covid no excluyen, sin embargo, nuestro esfuerzo por derrotarlo con nuestros medios: la razón, la inteligencia, la investigación, la ciencia, los comportamientos y las políticas sociales y de seguridad; quizás, con Rahner, nuestra fe cristocéntrica nos lleva a vivir el misterio de Dios encarnado en nuestra realidad actual y trabajando desde nuestras potencias que son siempre gracia recibida: nos sentimos la rama que da cobijo a los pajarillos que revolotean. En ese sentido, todo esfuerzo por comprender la enfermedad y combatir sus síntomas y propagación, son un esfuerzo que responde al sentido teologal del cristianismo.  Quizás, con Balthasar, el drama del Cristo, el de la cruz y la resurrección, se despliega en nuestra historia y también nos incluye a quienes afrontamos las cruces (la Covid también) del siglo XXI sin que nuestras capacidades humanas alcancen para dar razón del misterio: nos sentimos los pajarillos que revolotean sobre la rama. Por tanto, todo acompañamiento y cuidado de quienes viven la enfermedad para que doten a lo que les sucede de una espiritualidad y un sentido trascendente es también una actitud cristiana y teológicamente apropiada. Balthasar y Rahner, ambos, nos ayudan a dotar de sentido teológico a las fracturas del tiempo presente, ambos lo hacen desde una fe que no desprecia el lenguaje del saber actual.


miércoles, 7 de octubre de 2020

De dioses y de hombres (3): Rahner y Balthasar

 

Rahner y Balthasar, ambos ligados a orígenes ignacianos jesuitas, aparecen en cierta narrativa como los protagonistas de una de las más interesantes polémicas intelectuales del siglo XX. Sobre su interlocución escribió un interesante artículo Fernando Berrios, de la Universidad Católica de Chile. Sin embargo, con la excepción de algún sarcasmo de Balthasar, parece que ambos se respetaron y admiraron profundamente y acabaron al margen de debates y polémicas. De hecho, mantuvieron una misma aspiración: hacer un lenguaje sobre Dios entendible en el marco del pensamiento contemporáneo. No obstante, usaron instrumentos diferentes y marcaron dos líneas: Rahner se inspiró en la filosofía crítica de tradición kantiana y se preocupó por nuestra capacidad de conocer, capacidad que no deja de ser don, gracia; Balthasar quizás se apoya más en la fenomenología que tiene por lema “volver a las cosas” y nos invita a una más pasiva toma de conciencia, desconfiando de nuestra intervención cognitiva. Rahner, por tanto, investiga la gracia permanente por la que el ser humano se abre hacia Dios; Balthasar se centra en la conciencia del evento de Dios que se dona en la historia y se manifiesta en el Cristo (la Encarnación). Balthasar pone el acento en la pura donación divina que irrumpe en la historia. Rahner subraya la capacidad humana de abrirse a la realidad y al Dios que la habita. Los dos teólogos católicos y cristianos coinciden en el Cristo, pero quizás lo hacen desde dos perspectivas que bien pueden ser complementarias. Son dos actitudes para con el misterio y la divinidad que nos siguen desafiando hoy.



lunes, 5 de octubre de 2020

De dioses y de hombres (2): De Rahner y Balthasar

 

El lenguaje sobre Dios es un empeño de la humanidad que tiene capítulo propio en Occidente y su tradición cristiana. Reaparecen las dos perspectivas: en la una, Él es la rama que permanece y acoge a los pajarillos que en ella nos posamos durante un breve tiempo incapaces de entender su naturaleza; en la otra, los humanos somos el testimonio firme que pronuncia Su Nombre para que otras personas se cobijen bajo ese misterio de luz. En la primera, el Misterio lo abarca todo y nos cabe exclusivamente la admiración y la adoración. En la segunda, la fe nos empuja hacia un esfuerzo de comprensión y explicación humana que siempre será limitado. Por supuesto, como casi todo en nuestra cultura, ninguna de las dos perspectivas es pura ni se formula sin dialogar con la otra. Pienso que los teólogos Karl Rahner SJ y de Hans Urs von Balthasar, dentro de un catolicismo plural, renuevan el lenguaje de Dios dejando atrás las fórmulas neoescolásticas: el primero subraya una mirada humana hacia Dios y, el segundo, se centra en  una mirada divina que interviene en la historia y sobrecoge toda la creación.


domingo, 4 de octubre de 2020

De dioses y de hombres (1): De Rahner y Balthasar


En el año 2010, Xavier Bouvois dirigió la película De dioses y hombres en la que narraba los avatares vividos en el monasterio de Santa María del Atlas, en Tibhirine, Argelia, durante la década de los noventa. Culmina con el asesinato de siete miembros de la comunidad a manos de los contendientes en la guerra civil. Una de las escenas muestra al más anciano de la comunidad, el Hno. Luc Docher, médico, de visita en una de las casas del pueblo y en diálogo con la familia que les aprecia de corazón. Les cuenta que, ante las amenazas crecientes, algunos consideran la conveniencia de echar a volar: “Somos pajarillos en una rama”, les dice. La señora mayor de la familia, que trabaja la lana mientras escucha atentamente, cierra la conversación con una afirmación que se cuela en el corazón del religioso: “Ustedes son la rama, nosotros somos los pajarillos”. En este diálogo, quiero leer dos modos de situarnos ante la trascendencia de la realidad.  El monje, posteriormente ejecutado, apuntaba al misterio de Dios y saboreaba la fragilidad humana. La mujer musulmana, su amiga, señalaba al testimonio humano como camino hacia Dios. El monje sentía que en el misterio de Dios cabe nuestra propia labilidad. La señora afirmaba que no hay experiencia de Dios sin la mediación humana.

lunes, 21 de septiembre de 2020

Contra la banalidad (3), a propósito de Joseph Moingt SJ

También ahora, sentimos la tentación de despachar la crisis actual, que es más que una crisis sanitaria, con el discurso del surfeo y el argumentario de la autoayuda. Es una tentación que se justifica desde la practicidad y lo culturalmente asumible en tiempo de redes, imágenes y twits. Pero quizás, ante la perplejidad que nos deja la crudeza del dolor, este tiempo requiere el valor de Moingt que, con noventa y dos años, tras publicar sus grandes libros, escribe: “...me preguntaba no solo si había encontrado las soluciones correctas, sino también si me había planteado las cuestiones adecuadas, si había llegado al fondo de los problemas”. Esa honestidad es admirable. Ahora que todas las instituciones, incluidas, por supuesto, las comunidades de sentido que son las Iglesias, deben remirar sus discursos, nos toca preguntar no solo por las soluciones que hasta ahora parecían válidas, sino también por las propias preguntas formuladas y aquellas que ni siquiera nos hicimos. 

viernes, 18 de septiembre de 2020

Contra la banalidad (2), a propósito de Joseph Moingt SJ


Quizás Moingt SJ no ve la salvación como propiedad del cristianismo aunque, como teólogo católico, afirme el carácter del Cristo como única presencia de la plenitud de Dios.  En realidad, muy en resumen, a juicio de Moingt, la fe cristiana propone que la salvación consiste en que Dios crea a las personas a su imagen para conformar su familia. Se trata de una convicción que precede a la historia del nazareno y que se encuentra, alentada por el Espíritu, en muchas culturas y personas. Por otro lado, la verdad cristiana, que Cristo nos salva, no es el final de toda búsqueda para la Iglesia. En términos de Moingt, esta verdad “no la encierra (a la Iglesia) en lo que en ella se dice, sino que está siempre en la búsqueda de lo que Él (Dios) revela directamente al Espíritu…”.  No es que estemos a la búsqueda de otra verdad, pero sí tras un mejor saber de aquello a lo que el pueblo cristiano llama Reino de Dios: una humanidad fraterna y reconciliada. Es a eso a lo que denominamos salvación. Es por eso por lo que entendemos al Cristo como salvador: porque vivió y murió como ciudadano de ese Reino. Sin embargo, en cierta laicidad eurocéntrica, hija por otro lado del humanismo cristiano, parece dominar la convicción de que no necesitamos salvación.

En la presentación de “Creer en el Dios que viene” (2007), Moingt nos cuenta cómo se puso en marcha el deseo de escribir aquel libro: un programa radiofónico veraniego que diserta con banalidad, “como para burlar el aburrimiento”, sobre las preguntas de la fe, la espiritualidad y la teología. Desde mi experiencia, sé que también la radio es medio para la profundidad sobre las cuestiones que siempre han ocupado a la humanidad. Ejemplo paradigmático es el diálogo entre Bertrand Rusell y Frederic Copleston en la BBC de 1948. Y con modestia, los programas Diálogos de medianoche y Diálogos con la filosofía de nuestra emisora educativa (ECCA). Pero en este tiempo, descrito por Byung-Chul Han como “sociedad del cansancio”, no me extraña que ante aquella emisión, Moingt exclame: “Es un triste espectáculo, desde el punto de vista del respeto que se debe a la razón humana, ver a unos espíritus superficiales, apoderarse de los temas más serios”.


Contra la banalidad (1), a propósito de Joseph Moingt SJ

 El calor del verano, en el que se aligeran las ropas y los pensamientos, es mala ayuda para afrontar una crisis, la de la Covid, que va mucho más allá de los problemas sanitarios planteados. La sensación de que el suelo se nos mueve y que todo fundamento pasa al desconcierto se va incorporando al espíritu de nuestra época.  Durante este tiempo de espiritualidades surfistas y de múltiples libros de autoayuda, quizás sea ir a contracorriente proponer la relectura de las grandes preguntas sobre el sentido de nuestra vida. Por eso, no me pasa desapercibida la noticia, en la estela de la Covid, que nos llega desde París: el fallecimiento del teólogo jesuita Jospeh Moingt SJ.  Muere con 104 años, en la víspera de la fiesta de San Ignacio de Loyola, el 30 de julio, dos años después de la publicación de “L’esprit du christianisme”. Es su testamento intelectual que muestra el espíritu del cristianismo en su orientación antropológica: no es que el cristianismo sea dueño del espíritu o pretenda exclusividad sobre el mismo. En sus propias palabras (así nos lo dice en la introducción del libro), “...eso es lo que significa el título de este libro: no reivindicación de propiedad, sino hacer partícipe de un bien común y una llamada a la entreayuda”. Como hombre que desarrolla su pensamiento en la Europa del último tercio del siglo XX y las dos primeras décadas del actual, Moingt SJ no parece sentirse tan desafiado por la opresión y la injusticia como los teólogos de la liberación, sus contemporáneos, en el contexto de Latinoamérica. Más bien, su indagación se centra en la palabra que Jesús significa para la generación del pluralismo y del bienestar, esa que, probablemente, no siente la necesidad de ser salvada (ni liberada), pues encuentra la salvación en el desarrollo económico, psicosocial y cultural de occidente. Por eso, al Cristo que vive y muere en Palestina y del que la fe cristiana asegura que “ha de volver”, Moingt pregunta: ¿de qué me has de salvar? ¿Para qué has de volver?


lunes, 24 de junio de 2019

Alteridad

La dialéctica entre el amo y el esclavo, descrita por Hegel, señala que el uno sólo se reconoce a sí mismo por la presencia del otro. No hay amo sin esclavo. Si quiero autoafirmarme como sujeto, quienes me limitan son, sin embargo, necesarios para esa autoafirmación. Sin los otros, no estoy yo. De Beauvoir utiliza este concepto de alteridad para explicar el origen de la desigualdad entre hombres y mujeres: en la autoafirmación de los hombres (que culmina en un androcentrismo que identifica lo masculino con humanidad) el papel de las mujeres es ser “otra”: la alteridad para la autoafirmación. Nos explica Cristina Sánchez (“Del deseo al sexo”, 2016): “si la mujer es la Otra, Beauvoir se pregunta por las posibilidades de negarse a ser la Otra”. Para eso, es necesario un “nosotras” que las mujeres no han usado históricamente, invisibilizadas como colectivo histórico. La sentencia según la cual la existencia precede a la esencia muestra, por tanto, que la feminidad es una alteridad generada de la autoafirmación de los hombres.

jueves, 20 de junio de 2019

La vejez

La muerte como horizonte de sentido es temática reincidente en los tres últimos libros de Simone de Beauvoir. Así lo refleja Cristina Sánchez (“Del deseo al sexo”, 2016): “La vejez” (1972), “Final de cuentas” (1974) y “La ceremonia del adiós” (1981). La muerte no es un hecho natural, puesto que la participación humana lo hace devenir en cultura. Al hablar de la vejez De Beauvoir se muestra a sí misma. Deconstruye una imagen que culturaliza el avance de los años como “tercera edad” para afirmar que, finalmente, la sociedad contemporánea trata a los “viejos” como a parias. Han pasado casi 50 años de aquel libro y se han hecho numerosos avances en gerontología y nuestra esperanza de vida supera los ochenta años. Pero nuestro imaginario cultural se debate entre el ideal de eterna juventud (envejecimiento activo) y la negación (invisibilidad de la vejez que conduce a la muerte). Observamos a diario la muerte como espectáculo (telediario o teleseries) y ocultamos a la persona envejecida limitando cada vez más nuestro estrecho concepto de vida plena.

miércoles, 19 de junio de 2019

Sociedad del conocimiento

Nuestro bienestar material está amenazada en el sin barreras de un mundo globalizado: deslocalización y desempleo; del mismo modo, el medioambiente genera incertidumbre; el crecimiento poblacional presiona con más fuerza en los ecosistemas y apunta a una convivencia más conflictiva. Las incertidumbres parecen exorcizarse con el horizonte utópico de la sociedad del conocimiento con la que apuntamos al futuro con esperanza. Brey nos recuerda el origen económico de la expresión: en los 70, la tríada del capitalismo (tierra, trabajo, capital) añade otro factor: el conocimiento. Pasamos de “la información es poder”, en el contexto de la guerra fría, a “el conocimiento es riqueza”. Las TIC serían los instrumentos necesarios para el nuevo mercado, como la plaza del pueblo, el registro de la propiedad o la bolsa de valores lo han sido hasta ahora. La utilidad para generar riqueza es el elemento determinante en la comunicación y el conocimiento. Entonces, ¿en qué sentido, si alguno tiene, la sociedad del conocimiento es realmente un horizonte de esperanza?

Diversidad y asombro

Nuestras vidas están llenas de diversidad. Como anuncian los clásicos, la filosofía comienza con el asombro. La diversidad provoca asombro, perplejidad, desconcierto. Diferencias culturales, psicológicas, biológicas, étnicas… que se concretan en la vida cotidiana en modos de pensar diversos, diferentes maneras de entender la vida, la misión, la tarea. Las diferentes posiciones políticas reflejan una sociedad que se siente mucho más diversa de lo que las instituciones, normalmente, pueden encausar. Diferencia en los intereses y en los gustos. En ocasiones, esto provoca un efecto comunitarista: el retorno a los míos, a sus valores de siempre, a los lugares sagrados e intocables. La diversidad -que seguirá presente incluso en los contextos más uniformados- puede provocar ruptura, división, alejamiento. En términos morales, egoísmo. En términos teológicos, pecado. Pero esa misma diversidad, integrada (más allá de Babel) es ocasión para el asombro, la admiración, la filosofía.

lunes, 17 de junio de 2019

Cambios en la comunicación

Brey (“La sociedad de la ignorancia y...”, 2009) cita a Watson (en The Guardian en 2005) para que sospechemos del valor del tiempo en que vivimos. Para Watson 1808, 1908 o 2008 son básicamente iguales. Tienen la misma estatura histórica para la humanidad. Brey nos examina desde dos parámetros de innovación: la capacidad de intervenir en el medio (la aparición de herramientas, las innovaciones del neolítico, la agricultura y la industrialización) y la capacidad de comunicarnos (el lenguaje, la invención de la escritura, la imprenta y los demás medios de masas). La comunicación tiene dos esquemas: la comunicación persona a persona, bilateral, el de la conversación hablada o el intercambio de mensajes escritos (correos) o sonoros (teléfono), y la comunicación unidireccional que aparece en el epistolario para comunidades, los libros, la radio o la televisión. Nuestro tiempo es nuevo porque introduce un nuevo modo de comunicación: el de caca cual con cada cual y, a la vez, el de la mutitud con la multitud.

domingo, 16 de junio de 2019

La belleza de la diversidad


“Soy cristiano”, afirma K, transexual, a la vez que sostiene: “La Iglesia nos ha hecho mucho daño”. En el que, todavía hoy quizás podamos denominar “mundo católico”, la Iglesia como institución es la portadora (más que creadora) de valores y códigos que regulan lo moralmente aceptable de su entorno social. Ese entorno cambia y la Iglesia también. Otros agentes, otras perspectivas erosionan la reificación de valores plenamente conseguida y la hacen arena que se dispersa en el mar. Al caer los valores, por ágil que pueda ser la institución, también ella sufre, se erosiona, se hace arena. Sin embargo, es reclamada como refugio de quienes se resisten a las nuevas propuestas. El mundo LGTBI, el mundo de la diversidad sexual, sigue condenado en contextos no necesariamente eclesiales, sin embargo su presencia ya está provocando una tolerancia pasiva importante (cada cual a lo suyo). Quizás algún día, quizás pronto, su mensaje en positivo: la belleza de la diversidad.