viernes, 5 de enero de 2018

La sonrisa de Sísifo

Camus cree la sonrisa de Sísifo (1942). Baja la montaña satisfecho, no por el resultado –la piedra rueda la ladera hasta el pie-, sino por su decisión de afrontar su tarea. Sartre asegura, ante la tortura nazi, que el preso puede optar por el propio dolor y no denunciar al compañero de resistencia. ¿Qué queda del heroísmo existencialista tras años de pensamiento débil y postmodernidad (Vattimo)? En primer lugar, queda la realidad cotidiana de las heroínas, los héroes que cuidan, trabajan, educan, se esfuerzan. Un cierto descreimiento nos acompaña, pero en esa realidad no dan lo mismo las elecciones que hacemos. Escucho a Javier Montes SJ, que vive y trabaja para quienes vienen del sur, en Nador, junto a la valla de Melilla. Seguirán saltando porque tienen algo que darnos: a este lado quizás olvidamos el esfuerzo de libertad y el amor de Dios.

miércoles, 3 de enero de 2018

Abandono

No disimula Agustín de Hipona la potencia de la muerte. Ni tampoco Tomás de Aquino. Kierkegaard se rebela contra esas imágenes que representan a la muerte con rostro de luz. Sartre sospecha que morimos antes de acabar nuestra tarea. El “ser-para-la-muerte” de Heidegger parece suponer que en ella, de algún modo, nos realizamos. Octavio Paz advierte: “Nuestra muerte ilumina nuestra vida”. De alguna mamnera, el modo de morir –como en Heidegger- pareciera dar sentido (¿salva? ¿justifica?) al modo en que hemos vivido. ¿Cambia todo la trascendencia? ¿Es la fe cristiana en la resurrección un morir menos? Xabier Zubiri afirma la contundencia de la muerte. Al morir, morimos. No es un mero tránsito. Es una acentuación del misterio. La fe afirma la resurrección, pero no niega el misterio. Teresita de Lisieux habla de abandono. El abandono es amigo de la duda.

martes, 2 de enero de 2018

Afán de gloria

Con narración ficticia verosímil, Del Vall novela al cortesano joven Loyola como trayectoria dominada por desmesurado “afán de gloria”. Si el afán determinara el comportamiento, Yñigo posiblemente no sería uno de los actores clave en el giro histórico que lleva a la modernidad. Pero experimenta en su propia vida y convierte en método la conducción libre de sí mismo y el acompañamiento a otras personas. En expresión de un insigne jesuitas del S. XX, cada persona “(el hombre) hace su alma” (De Chardin SJ). ¿Ingenuidad de quien ignora la sospecha freudiana de un inconsciente ominipresente e incontrolable? Más bien profundo y respetuoso autoconocimiento. Tras la eficaz determinación de Loyola apunta un misterio de gratuidad que trasciende las limitaciones del individuo y lo hace sujeto a una historia colectiva de sentido.

lunes, 1 de enero de 2018

Tránsito

Hacia la muerte como tránsito a la luz y la vida de otro modo apunta Fernando Cordero SS.CC. En “El tren azul”, un pliego de la revista Vida Nueva de finales de 2017.  Subraya Cordero la connaturalidad de la muerte y el carácter contracultural de quien pretenda ponerla como asunto del que hablar y ante el que quedarse. No se trata de que las palabras ocupen todo el espacio, puesto que el silencio es oportuna compañía cuando hay que “acompañar en el sentimiento”. Acompañar que no es sustituir. Acompañar que no es distraer o divertir. Parece que hemos recorrido largo trecho, desde el “ser para la muerte” de los existencialistas de la postguerra europea –tanta muerte en los caminos- a la ausencia de la muerte en el pensamiento ligero o a la espiritualización de la misma hasta extremos irreconocibles. Y de hecho, empezamos a morir al nacer.

El cementerio

En noviembre muchas personas acuden al cementerio. De un modo u otro, acudimos al cementerio y nos disolvemos en cenizas. Para Heidegger se trata de un hecho decisivo que nos define: somos ser para la muerte; somos proyecto que se topa con la muerte; desde el mismo comienzo de nuestra vida ya estamos a disposición de la muerte. ¿Es la muerte la frustración de todo proyecto humano? Quizás la muerte es más bien la medida de todo proyecto humano. Invita Loyola, en sus Ejercicios Espirituales, a escenificar ese instante final a la hora de validar nuestras decisiones. Heidegger propone no mirar la muerte como la estación final, sino como un hecho que ya está aconteciendo. Es probable que nuestra cultura se desdiga de esa mirada: O es parte del paisaje, menos subversivo, más dormido, o nos hiere cuando se hace acontecimiento.