jueves, 25 de enero de 2018

Y si Godot no viene

Y si finalmente Godot no viene, dialogan Vladimir y Estragón (“Esperando a Godot”, 1952); Samuel Becket pone en boca de sus personajes: “al menos hemos esperado, y eso no lo pueden decir todos” y refleja un nihilismo que aboca al absurdo. En 1956, Buero Vallejo estrena “Hoy es fiesta”: la esperanza de una comunidad de personas pobres que conquistan la azotea del edificio a pesar de la vigilancia de la casera. En realidad, la fiesta celebrada, la suerte de la lotería para todo el vecindario, es falsa. La esperanza en que la fortuna cambie es figura de la lucha por los derechos y la fraternidad. En la segunda escena de la obra de Becket, el árbol quizás aparece con hojas. Como aquellas que A. Machado canta del olmo hendido por el rayo:  “…unas hojas verdes le han salido”. Al poeta le hablan de vida y esperanza. A Buero, de una tarea: conquistar la azotea. 

miércoles, 24 de enero de 2018

Los que se creen blancos

Muchas categorías del conocer responden a una construcción social (Berger y Luckman, La construcción social de la realidad). Cuando se usa la palabra “blanco” en contexto social norteamericano, apunta Ta-Nehisi Coates que se trata de una construcción: “los que se creen blancos”, señala para mostrar que no siempre existió este modo de calificar a las personas (“antes eran polacos, irlandeses, alemanes, rusos...”). A su juicio, la lectura de la historia ha sido también en este caso un abuso (M. MacMillan, “Usos y abusos de la historia”). De ese modo, ser “negro” es una marca que no se supera: el “Sueño” (americano) se ha construido sobre los cuerpos de los negros. La historia de Prince Jones, tiroteado a muerte, hace que Coates escriba a su hijo para que luche, no por el Sueño ni por los Soñadores, sino por sus abuelos y su propio nombre. 

martes, 23 de enero de 2018

El asesinato Prince Jones

El asesinato de Prince Jones corretea por las páginas de “Entre el mundo y yo” (Ta-Nehisi Coates, 2015). Es el segundo libro de un joven afronorteamericano que centra su trabajo periodista en el desencuentro racial. El optimismo leería la actual situación racial como mejora respecto a lo vivido en el pasado (Vg.: “La cabaña del tío Tom”, H.B. Stowe, 1.852) y apuntaría convencido a un futuro todavía mejor. La esperanza leería las víctimas olvidadas y las luchas fracasadas del pasado como origen de una libertad precaria, no definitiva, no suficiente que exige mantener el compromiso. Coates escribe a su hijo con el objetivo de que “seas un ciudadano consciente de este mundo terrible y hermoso”. La madre de Jones, asesinado sin miramientos por un policía que fue declarado inocente, lo dice con claridad: “Lo que lamento es que esté muerto”.

lunes, 22 de enero de 2018

Ideología del progreso

Eagleton dedica el primer capítulo de su libro (“Esperanza sin optimismo”, 2015) a mostrar lo que denomina optimismo banal. Lo hay puramente sentimental o emotivo, que imagina que todo saldrá bien sólo porque siempre siente que todo debe salir bien; sin más razones. Hay también un optimismo racional que encuentra siempre motivos que justifican su teoría de la bondad de todo lo que acontece. El caso Leibniz es, a juicio de Eagleton, el de un optimismo metafísico: vivimos en el mejor de los mundos posibles. Esa postura merecerá la respuesta del “Cándido” de Voltaire. Eagleton repasa otros casos. Su análisis del optimismo vacío presenta también la ideología del progreso (la humanidad siempre progresa hacia un mundo feliz) que se sostiene ignorando las heridas y que puede ser coherente con esa cultura que globaliza la superficialidad.

domingo, 21 de enero de 2018

Cuestión de Temperamento


Insiste Eagleton en que optimismo no es amigo de la esperanza (“Esperanza sin optimismo”, 2015).  Karl Marx no era optimista y, sin embargo, creía que el mundo acabaría por mejorar –en su visión, la mejora es la sociedad comunista, fruto de la lucha y la revolución del proletariado-. El Cristo de los Evangelios canónicos no es optimista, su visión del Reino de Dios convive con los dolores de parto del mundo (visión paulina), donde la violencia y la cruz forman parte del camino. El optimismo social sirve para generar estabilidad política y aumentar el consumo. Por eso, Fukujama, que sí es optimista: entiende que la historia por venir es sólo una ampliación nada novedosa de lo ya conseguido con la caída del muro de Berlín: la expansión tranquila de la democracia y la economía de mercado. “Es cuestión de temperamento, no de realidad”, concluye Eagleton.