viernes, 13 de abril de 2018

La seducción de Siracusa

Sokal, en “Imposturas intelectuales” (1997) señala la debilidad argumental y de rigor de la postmodernidad: argumentos que importan términos de otras formas de saber y los usan fuera de contexto, incoherente y con polisemia. MacMillan, doce años después, en “Usos y abusos de la historia”, nos muestra cómo la ausencia de rigor es instrumento para manipular: reinventar la historia para justificar las opciones del presente. Mark Lilla, en “Pensadores temerarios”, dibuja el panorama entre ingenuo y prepotente, pero siempre i-responsable, de filósofos que, en el siglo XX europeo, han apoyado formas tiránicas de gobierno mientras arremetían contra los liberalismos y sus desequilibrios. Es la “seducción de Siracusa”: el intento de Platón para guiar al tirano Dionisos hacia la filosofía. Desde entonces, filosofía y política se desencuentran.

miércoles, 11 de abril de 2018

Deconstrucción

“Deconstrucción” es la palabra que nos pone en la pista de Derrida. Se la puede tratar como la siguiente evolución del método estructuralista: primero, el análisis de las estructuras rígidas subyacentes a las culturas; segundo, la genealogía de las ciencias humanas y su objeto de investigación (“el hombre”); ahora el vaciamiento de todo concepto al de-construirlo y mostrar los intereses que lo pusieron en el diccionario. Así emerge el sentido político de Derrida: la distinción entre bien y mal se deshilacha en lo lingüístico y queda supeditada a la emoción y la decisión. Mediante la deconstrucción se hacen porosos la democracia, el humanismo, la libertad. Pone un entreparéntesis Derrida con la justicia: se mantendría como intuición primigenia más allá de sus formulaciones históricas. ¿Una pretensión mística o una necesidad arbitraria? 

martes, 10 de abril de 2018

Tristes trópicos

En 1956, en “Tristes trópicos”, Levi-Strauss, que traduce el método del estructuralismo lingüístico al análisis cultural, deja escrito: “El mundo comenzó sin el hombre y acabará sin él”. Es como un cierre lapidario para el existencialismo comprometido de J.P. Sartre, que una década antes proclama: “El existencialismo es un humanismo”. El compromiso comunista de Sartre choca con la primavera de Praga y el terror staliniano. Levi-Strauss no cree que la historia avance, tampoco piensa que la lucha de clases tenga un papel decisivo en el progreso humano. Foucault, desde un estructuralismo epistemológico, contempla la política como oportunidad para transgresión y enfrentamiento. Declina el existencialismo y se hace hueco para un pensamiento que deconstruye instituciones y valores sin necesidad de afirmar opciones: amanece lo postmoderno.

lunes, 9 de abril de 2018

Arqueología del saber


Foucault es el autor de “Las palabras y las cosas” (1966) y de “La arqueología del saber” (1969). La última explica el método de su obra anterior: analiza el proceso de construcción de un “objeto” de una “ciencia” (psiquiatría, medicina o, en su obra del 66, ciencias humanas). Parece poner en paralelo aparición de la ciencia con construcción de su objeto. Así, las ciencias humanas aparecen en el siglo XIX y el concepto de “hombre” es coetáneo. La enfermedad es construcción cultural. Hereda la mirada estructuralista, en la que se contraponen opuestos, para mostrar la estructura rígida que subyace.  Lilla, en “Pensadores temerarios”, sostiene que Foucault pareció incapaz de distinguir entre el hecho biológico del SIDA y la construcción social que lo envuelve. Su pensar y su vivir habitan junto a experiencias fronterizas. ¿En qué sentido su morir da significado a su pensar?

domingo, 8 de abril de 2018

Teología y política

Benjamín sólo critica a Stalin tras el pacto con Hitler (Lilla, en “Pensadores temerarios”).  Su marxismo es, para su amigo Scholem, la historia de un “teólogo extraviado en el reino de lo profano”. Benjamín piensa desde la teología y la literatura. Su crítica literaria es la visión de la verdad que sería inaprensible incluso para el creador literario. ¿Encuentra en el materialismo un texto literario que comentar? Lo cierto es que el socialismo real no resiste su mirada; ni tampoco los marxistas (Brecht) entienden su trabajo: sigue haciendo teología. Para el teólogo Scholem, Benjamín trata de unir teología y política: el marxismo necesita la teología para desechar la fe en el progreso científico y abrir “cada segundo de tiempo” al lugar por el que entra el Mesías.  ¿Estaba convencido de que la pretensión teológica de salvación se puede acelerar mediante la acción política?