jueves, 6 de septiembre de 2018

Estelas en la mar

“Caminante, no hay camino, (...) sino estelas en la mar”, escribe Machado. Desde la sociología, Bauman, a finales del siglo XX y comienzos del siglo XXI parece empeñado en mostrar las consecuencias prácticas de tanta fluidez marina y líquida. Nada permanece, todo fluye y los estados se muestran incapaces de garantizar con sus muros los embates de las olas neoliberales. El mandato de la libertad (de los nuestros/as) se impone sobre el de la seguridad. Se despide a una vecina de un pueblo de Canarias que trabaja en servicios sociales como consecuencia de la crisis que produce un vecino de un pueblo desconocido de EE.UU. que no paga su hipoteca. Todo fluye y soñamos que levantando fronteras, muros, vallas y aumentando las cuantías del derecho penal nos dotamos de una seguridad perdida. Salimos a la calle y nos manifestamos.

miércoles, 5 de septiembre de 2018

La cábala y la política


La cábala es una solución espiritual a los cambios que debió afrontar el mundo judío con la llegada agresiva de los Estados Nación de la modernidad. La cábala se sitúa en el ámbito del mito, no de logos; de la espiritualidad, no de la praxis política. De hecho, su conversión en movimiento político (ámbito del logos), en el episodio de Shabbetai (1626-1676) acaba como un despropósito con consecuencias dolorosas para muchísimas personas. La desmesurada inclusión del logos en el mito, argumenta Armstrong (“Los orígenes del fundamentalismo…”), avanza hacia una fe vacía de significado. La desmesurada inclusión del mitos en el logos supone una realidad social y política desbocada, capaz de destruir a la humanidad que no participa de dicha experiencia mítica. Lo han vivido muchos años los propios judíos.

Malestar


Freud escribe (1930) “El malestar en la cultura”. Entonces es la suya, la occidental. En 2010, Byung Chul habla de “La sociedad del cansancio”. Ahora se trata de un modo globalizado en el que la propia libertad es, no para ayudarse, sino para auto explotarse. En perspectiva económica, Stiglitz publica, con el comienzo del siglo (2002), “El malestar de la globalización”. Bauman cita a Freud para explicar, en 1998,  que nuestro malestar tiene origen en la privatización de lo público, el modo en que hemos acertado a garantizar nuestra libertad (pero no nuestra seguridad), en medio de un mundo cada vez más global. Nuestra libertad, afirma, “desalienta la imaginación” y nos hace impotentes ante los grandes problemas sociales. Privatizado todo, o casi todo, solo saldremos a la calle para protestar por el pederasta de la esquina.

martes, 4 de septiembre de 2018

Las tristezas del destierro


La modernidad acompaña a los sefardíes antes de la expulsión. Su formación y cultura supera a la de los gentiles. Muestra, sin embargo, Armstrong ("Los orígenes...", 2010), que ese poder intelectual resulta ineficaz para aliviar las tristezas del destierro. Están los intentos de los judíos racionalistas, muchas veces crecidos de la imposibilidad de practicar la fe –como sucedía con los marranos, para los que resulta incomprensible la narrativa creyente heredada en la ausencia de ritos y prácticas-. El deísmo resultante es insípido ante el dolor humano. El intento de Spinoza, excomulgado de la Sinagoga, apunta hacia una espiritualidad diversa, panteísta… insuficiente para los rabinos, excesiva para los laicismos. Los cambios actuales, el todo fluye, el malestar de la globalización, ¿tienen respuesta poco eficaz en el “aggiornamento” ilustrado de las iglesias? ¿Mejor una respuesta fundamentalista?

lunes, 3 de septiembre de 2018

Vencedores y vencidos


Una concepción historicista del cristianismo haría prescindible la fe: la capacidad predictiva de la ciencia histórica mostraría la verdad o falsedad del mensaje cristiano (la redención). ¿No es algo de ese modo de pensar lo que aparece en Hegel cuando intenta mostrar toda la realidad y la realidad como un todo?  La totalidad, la comprensión de la totalidad, haría superflua la necesidad de fe.  El cristianismo (la historia del Dios encarnado y redentor) no parece considerar el mundo como un drama pre-escrito por Dios. El discernimiento no consiste en descubrir la facción que, finalmente, nos permitirá estar del lado de los vencedores cuando culmine la historia. K. Barth señala: “Cristo padece. Por lo tanto, no conquista. No triunfa. No tiene éxito… No consigue nada más que su crucifixión”. Este hecho histórico es el que señala el sentido de la fe.