jueves, 1 de noviembre de 2018

Borja y las flores


En el templo hay una imagen barroca de Francisco de Borja. El vuelo y la complejidad del ropaje, el gesto de una mano que sostiene la calavera y un rostro sereno hablan. Recoge Eco (“De la estupidez a la locura”, 2016) la reflexión de Bettetini sobre las imágenes y la iconoclasia. Apunta, con San Bernardo, que tanta belleza de manos del artista pudiera hacer olvidar la de Aquel que sería Origen. La memoria del jesuita, que se desembarazara de los negocios y la pompa de la corte del emperador Carlos, llega con un cráneo en su mano, una mirada consciente y una palabra que no dice pero sugiere: “No he de servir a Señor alguno que se pueda morir”. La imagen es un recuerdo… pero un abogado amigo, de vez en cuando, añade flores a su altar. Y cada tres de octubre, en modo quizás excesivamente ritual, una oración nos convoca en torno a su nombre.

Parálisis (2)

Que el miedo a cometer errores es un sentimiento muy paralizante aparece en las afirmaciones de Dyson (que comenta la experiencia de los viajeros del Mayflower) como en la invitación de Arrupe SJ para que la Compañía de Jesús asuma los cambios arriesgados que pide el camino del Concilio Vaticano II.  Sin embargo, Dyson observa que muchas veces los grandes proyectos avanzan. Lo explica desde las cualidades humanas: “…resistencia, valentía, generosidad, sentido común, previsión y buen humor”. Loyola lo formularía de otra manera: “No el mucho saber (…) sino el sentir y gustar de las cosas internamente”. Afirma por un lado que “en tiempo de desolación no se debe hacer mudanza”, pero a continuación señala que hay que “mudarse intensamente contra la desolación”: de ningún modo la parálisis.

lunes, 29 de octubre de 2018

Parálisis (1)

En 1972, Dyson escribe el artículo “El mundo, la carne y el demonio”. Argumenta a partir de un libro de 1929 escrito por el biólogo Desmond Bernal. Se reproduce el artículo en “El científico rebelde” (2006). Habla de la manera en que la humanidad dominará gracias a la ciencia los desafíos de nuestro planeta, de la habitabilidad del espacio y de nuestros propios condicionantes personales y sociales. Se trata de proyectos de una enorme envergadura. Así que Dyson plantea por qué se da el fracaso de los proyectos humanos: el desacuerdo para definir nuestros objetivos, las carencias para proveer los recursos económicos y el propio miedo a las consecuencias del error. En 1975, Arrupe advierte que el peor de los errores que podía cometer la Compañía de Jesús es la parálisis que produce el miedo a la equivocación. 

La fuerza del periodismo

Observa Fazio (“Terrorismo mediático”) que el periodismo del s. XXI muestra la guerra sin mediación. La CNN nos pone desde el salón y con una cerveza ante el misil que estalla y dispersa los cadáveres… y el relato. La violencia de la guerra es espectáculo. Con el lenguaje del videojuego, la realidad se gamifica. La vida social, convertida en imágenes pulidas y brillantes, pervive mientras brilla. Todo se acelera. Viene y va, pero no viene de lugar alguno ni a sitio alguno lleva. Sólo brilla. A ese brillo, medido en audiencias o reproducciones, ¿se puede denominar periodismo? Ni brillo ni ruido son neutros: el valor de sus argumentos queda determinado por la viralidad. A esa suma de destellos y clamores denomina Byung-Chul Han el “enjambre”. Entre las abejas, sin embargo, se produce la miel. Cabe, por tanto, preguntarse si la fuerza del periodismo está en la miel.

domingo, 28 de octubre de 2018

Eternidad del mundo

En la Edad Media, Ockham, habla de la “eternidad del mundo”. ¿Comienza a partir de un instante? ¿Es posible que esté ahí desde siempre? En la actualidad, el aceptable Big Bang se queda a la espera de ulteriores hipótesis. Ockham no ve contradicción en la idea de un mundo eterno (sin comienzo en el tiempo) con la narrativa bíblica (que tiene sentido teológico, no metafísico). En “Filosofía medieval”, Martínez Lorca, 2015, señala el significado del filósofo inglés: “…simplificó nuestra cosmovisión, dejó de lado las metafísicas esencialistas, puso de relieve el papel de la experiencia en nuestro conocimiento del mundo…”. En el fondo, el libro, breve, de Martínez Lorca, pone su empeño en mostrar el mundo medieval latino y árabe, como un tiempo fecundo para la filosofía, lejos de Hegel y su visión negativa de una época que marca nuestra historia.