jueves, 6 de junio de 2019

Información y sabiduría

Cuando nos situamos ante procesos de selección de personas vemos que, con cada vez más frecuencia, más que el especialista hipercompetente en su materia, buscamos personas capaces de vivir con entrega, fidelidad, capacidad de innovación y discernimiento. Asegura Brey (“La sociedad de la ignorancia”, 2009) que la especialización es la reacción defensiva ante la desmesura de la comunicación. En el mismo libro, Mayos dice: “estamos inmersos por lo que respecta al conocimiento en un inmenso proceso malthusiano: con las crecientes interrelaciones que genera la globalización e internet, el crecimiento hiperbólico en la información disponible es muy superior al de la capacidad de los individuos para procesar dicha información”. El especialista aporta en su campo, pero cada vez muestra más lo que no sabemos. Sin embargo, la persona sabia, consciente de la desmesura de la ignorancia, nos lleva por los senderos de la poesía y la crítica, camina en la incertidumbre, se refuerza en la sospecha. No olvidamos que vivimos en un puntito azul pálido.

miércoles, 5 de junio de 2019

Buena educación

Para empezar, el discurso de Enkvist (“La buena y la mala educación”, 2011) tiene un propósito: subrayar que la educación exige esfuerzo por parte de todas las personas implicadas, sobre todo por parte del alumnado. De este modo, quiere combatir lo que denomina “nueva pedagogía”. A su juicio, provoca el declive de muchos de los sistemas educativos occidentales: aquel que promueve una “educación divertida”. Observa que ese modelo (que a su juicio fracasa) prefiere el juego y el trabajo en grupo que, pretendidamente, señalan el camino para aprender a aprender. Advierte que ese modo de hacer irresponsabiliza a los agentes educativos: ni el alumnado, ni el profesorado, ni la administración se sienten señalados por la pobreza de los resultados educativos: peor nivel competencial y peor capacidad de convivencia. Aunque, claro está, la capacidad de buena inversión mejora el sistema educativo, Enkvist asegura que no toda inversión mayor es mejor inversión. Importa mucho en qué modelo educativo se invierte.

martes, 4 de junio de 2019

No se nace mujer

Simone de Beauvoir tiene voz filosófica propia. Aparece entrelazada con la de su compañero de vida (“somos almas gemelas”, dirá ella) Jean Paul Sartre. Es un trabajo colaborativo de mutua influencia. Ella aterriza muchas de las ideas que él conceptualiza. Cristina Sánchez Muñoz (“Del sexo al género”, 2016) la presenta como promotora de una corriente, el feminismo, en la que deja un legado que no puede ser dado por finiquitado hoy. Resuena su sentencia “no se nace mujer” como cabeza de playa de una batalla, la de género, que aparece en la obra de Cordelia Fine (“Cuestión de sexos”, 2010) o, mucho antes, en 1990, en “El género en disputa” de Judith Butler. De Beauvoir mira a la mujer desde la intuición básica del movimiento existencialista: en el ser humano, “la existencia precede a la esencia”. No se es sino lo que se decide y se trabaja ser. Así, aquella niña de la burguesía, nacida para el matrimonio y la familia, antepuso su decisión de ser una autora reconocida. Ella se construye: “yo siempre quise conocerlo todo: la filosofía me permitiría alcanzar este deseo”.

lunes, 3 de junio de 2019

Zaqueo

Zaqueo se sube a la higuera porque la multitud no le deja ver lo que acontece más allá. Ciertamente, había algo que ver, que mirar, que escuchar. La tradición espiritual nos pide cerrar los ojos para ver. Pero, luego, mantenerlos muy abiertos. Exupery afirma que el corazón tiene razones que la razón no entiende. Para ver, por tanto, hay que cuidar la interioridad. Sin embargo, en cuanto cerramos los ojos, con frecuencia se extiende la pantalla en la que se proyecta también nuestro ruido interior. Imágenes distorsionadas por nuestros miedos y deseos se apropian de nuestra mirada. Por tanto, hay que cultivar también cierto señorío de la interioridad para ver lo real. La bulla también es externa. Llega en el ritmo creciente con el que circula nuestra cultura e impone el instante y el cambio, aumenta el brillo y el volumen y destierra los espacios de desierto y silencio. Insiste Loyola en que más que el mucho saber, lo que nos da vida es el sentir y gustar internamente. Zaqueo se subió a la higuera… ¡¡y por eso lo vieron a él y le invitaron a bajar y a recibir en su casa!! Comenzaba así la aventura de la mirada.

domingo, 2 de junio de 2019

Tiempo, sentido, Éxodo

Frente a un mundo en el que se suceden los instantes, Heidegger propone, en un primer momento de su filosofar, la historia. Anclada en la narración histórica, toda actividad sucede en el tiempo con un sentido, un antes y un después con su fin por alcanzar. Pero el historicismo sufre la denuncia del racionalismo crítico (Popper), también del estructuralismo (la importancia de la sincronía frente a la diacronía) y claudica con la experiencia política del nazismo, el desarrollismo y el socialismo real, a los que Peter Berger denominará “pirámides de sacrificio”. Heidegger procede a deshistorizar el tiempo y lo ancla en el “sí-mismo” que permanece y dura mientras es fiel y que se disuelve y se convierte en un “perder el tiempo” cuando se esclaviza a las cosas de cada día. Loyola entiende el tiempo como relación que aboca a la inmediatez de la Presencia: Dios. Y propone ordenar todo lo demás al “alabar, hacer reverencia y servir”. El sentido no está en el sí-mismo, sino en el éxodo del sí-mismo.