jueves, 11 de abril de 2019

Ser y pensar


Quizás la metafísica solo es posible si hay verbo ser. Sin la pregunta por el ser, no hay filosofía. La lengua griega es cooperante necesaria para el pensamiento occidental. La teología como reflexión racional sobre la fe necesita no sólo de la historia narrativa de Jesús, el Cristo, sino también de la cultura griega y su filosofía. Sin Platón, no es posible Agustín; sin Aristóteles, no es posible Tomás. Dyson (“El científico rebelde”, 2006) contrapone la conferencia de Feynman (1963) con la de Polkinghorne (1996): el primero aprecia la religión sin la arquitectura de la razón. El segundo aprecia el esfuerzo teológico que adecua la fe al mundo del siglo XX. El primero no necesita indagar en la naturaleza del Cristo para confirmar su impulso libertador. El segundo siente que la razón científica y teológica son la liberación que trae aquel judío marginal.

miércoles, 10 de abril de 2019

Motivos para el fracaso


En 1972, Dyson escribe “El mundo, la carne y el demonio” a partir de un escrito del biólogo Bernal en 1929. Retoma el artículo en “El científico rebelde” (2006). Bernal cree que dominaremos gracias a la ciencia los desafíos de nuestro planeta, de la habitabilidad del espacio y de nuestros propios condicionantes personales y sociales. Dyson observa que el camino se tiñe de fracaso por el desacuerdo en los objetivos, la carencia de recursos y el miedo a equivocarnos. Sin embargo, muchos grandes proyectos avanzan. Dyson lo explica desde cualidades humanas: “…resistencia, valentía, generosidad, sentido común, previsión y buen humor”. Loyola lo formula así: no el mucho saber sino el sentir y gustar internamente. Para Loyola es gracia. Arrupe, en el 75, advierte: si paramos por miedo a equivocarnos, estamos en el peor error.

martes, 9 de abril de 2019

La carrera por el podio


En 1939, Hitler invade Polonia. La guerra impuso su lógica y los científicos quedan en sus bandos. Dyson (“El científico…”, 2006) afirma que se pierde la oportunidad de un diálogo sobre límites éticos de la visión nuclear. La discusión versa sobre el podio del descubrimiento lo que abre paso a Hiroshima. Contrapone el ejemplo de los biólogos (¿biólogas hubo?) que, en 1975, tras el descubrimiento del ADN, organizan un congreso en Asilomar para proponer las normas éticas de la investigación. No pasa lo mismo con Openheimer o Heissemberg. En Los Álamos desarrollan una carrera contra la física alemana que continúa incluso después de la victoria. Sólo un hombre, Roblat (polaco), abandona el proyecto. Muere con el Nobel de la Paz. Pero ya tenemos Hiroshiama y Nagazaki y tantas ojivas nucleares como para borrar la vida de la faz de la tierra.

lunes, 8 de abril de 2019

La catástrofe


De Platón a Foucault camina Sloterdijk en “Temperamentos filosóficos”. Tras los dos clásicos griegos, aborda a Agustín. Después, el Renacimiento. Sostiene que en la Edad Media, donde se cita a Aristóteles como “el filósofo”, no se encuentra temperamento alguno que pueda denominarse filosófico. No es extraño, pues, para Sloterdijk, el de Hipona degrada el amor como recuerdo de lo bello y lo bueno (Platón) al proponer un ser humano mancillado por una herida incurable. No hay ya ascenso mediante el pensamiento hacia la Verdad. Todo queda en gracia otorgada. Concluye que el pensamiento agustiniano conduce “a la catástrofe cristiana de la filosofía”. Si Dios es pensado, ni hay filosofía ni el amor salva. Parece que el esfuerzo del pensamiento sólo es filosofía si prescinde de la trascendencia. Sloterdijk llama catástrofe al mirar al Otro.

domingo, 7 de abril de 2019

El cansancio


¿Es el trastorno por déficit de atención e hiperactividad propio de nuestro tiempo? Frankl (“El hombre en busca de sentido”, 1945) pinta, tras la guerra, la neurosis de la ausencia de sentido. Es hijo de los existencialismos. El final de la metafísica, el holocausto, el conocimiento científico, la pequeñez de nuestras metas, la inercia del día a día llevan a la neurosis noógena. La terapia es un éxodo de sí mismo, una trascendencia hacia la otra persona, la otra realidad natural y, en última instancia, lo Otro Absoluto que no se explica, que se alaba, se respeta, se sirve. El siglo XXI inventa el coaching que hace de toda actividad la más eficiente. En “La sociedad del cansancio” (2010), Byung-Chul ve una depresión por exceso de sentido: todo es alcanzable, todo deviene propio. Nada hay fuera, extraño, solemne. No es posible el Éxodo. No hay sito para el fracaso. Sólo cabe el cansancio.