En 1993, el profesor Hobsbawn,
invitado por la Universidad Centroeuropea de Budapest a proponer la lección
inaugural, habla del deber de quien estudia la historia. Por entonces, cuando
Fukuyama anuncia la llegada del cielo: (todo sería democracia participativa y
economía de mercado), Hobsbawn apuntaba que “…los habitantes del centro y del
este de Europa continuarán viviendo en unos países descontentos con su pasado,
probablemente bastante desilusionados de su presente y llenos de dudas respecto
a su futuro”. En esa situación no es raro que alguien lidere el señalamiento de
culpables. Se acentúan los mitos nacionales y se fortalece una identidad que
expulsa a los indeseables, a los otros. Pero nunca el pasado responde
perfectamente al deseo de los proyectos nacionales identitarios. Sin embargo, la historia se puede construir.
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