Si la “postmodernidad” erosiona metafísica y relatos de
sentido (filosofar es conversar), la “post-política” (Žižeck, “En defensa de la
intolerancia”, 1998) lima las ideologías. La política (el desafío de la parte
por la no-parte) deviene técnica y
consenso; así, la resistencia a la globalización (tanto la nacionalista
que cuida la identidad comunitaria, como aquella que sueña valores “imposibles”,
por utópicos) es reliquia del ayer a superar. El clamor por otra globalización
posible (Stiglitz, “El malestar en la globalización”, 2002) se etiqueta como sueño del pasado. Así, la
nueva política elude la verdadera política:
“no es simplemente cualquier cosa que funcione en el contexto de relaciones
existentes, sino precisamente aquello que modifica el contexto que determina el
funcionamiento de las cosas”. ¿Eludimos el desafío?
martes, 22 de mayo de 2018
lunes, 21 de mayo de 2018
De la exclusión a la dominación
Quizás Žižeck piensa que Rawls (justicia procedimental), y
Habermas (proceso racional de discusión de opciones) olvidan que la acción
política consiste en conseguir el derecho a hablar de un modo diferente y a ser
escuchado en esa diferencia. Es pasar de la exclusión a la
dominación. Djlas, “La nueva clase", entiende que el momento
político de supremacía puede darse dentro de la propia nomenclatura. Para
Žižeck eso es imposible: consiste principalmente en destronar a los dominantes.
Así, parece que no hay proceso político dentro del sistema liberal, porque
predomina el orden (cada cual en su puesto) y el procedimiento (la
Constitución). Quien queda fuera no puede más que renunciar a su modo diferente
de ser para incorporarse al procedimiento y tener su voz constitucional. Es
decir, la actitud tolerante exigida es mecanismo potente de asimilación.
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