La dialéctica entre el amo y el esclavo, descrita por Hegel, señala que el uno sólo se reconoce a sí mismo por la presencia del otro. No hay amo sin esclavo. Si quiero autoafirmarme como sujeto, quienes me limitan son, sin embargo, necesarios para esa autoafirmación. Sin los otros, no estoy yo. De Beauvoir utiliza este concepto de alteridad para explicar el origen de la desigualdad entre hombres y mujeres: en la autoafirmación de los hombres (que culmina en un androcentrismo que identifica lo masculino con humanidad) el papel de las mujeres es ser “otra”: la alteridad para la autoafirmación. Nos explica Cristina Sánchez (“Del deseo al sexo”, 2016): “si la mujer es la Otra, Beauvoir se pregunta por las posibilidades de negarse a ser la Otra”. Para eso, es necesario un “nosotras” que las mujeres no han usado históricamente, invisibilizadas como colectivo histórico. La sentencia según la cual la existencia precede a la esencia muestra, por tanto, que la feminidad es una alteridad generada de la autoafirmación de los hombres.