En el
templo hay una imagen barroca de Francisco de Borja. El vuelo y la complejidad
del ropaje, el gesto de una mano que sostiene la calavera y un rostro sereno
hablan. Recoge Eco (“De la estupidez a la locura”, 2016) la reflexión de
Bettetini sobre las imágenes y la iconoclasia. Apunta, con San Bernardo, que
tanta belleza de manos del artista pudiera hacer olvidar la de Aquel que sería
Origen. La memoria del jesuita, que se desembarazara de los negocios y la pompa
de la corte del emperador Carlos, llega con un cráneo en su mano, una mirada
consciente y una palabra que no dice pero sugiere: “No he de servir a Señor
alguno que se pueda morir”. La imagen es un recuerdo… pero un abogado amigo, de
vez en cuando, añade flores a su altar. Y cada tres de octubre, en modo quizás
excesivamente ritual, una oración nos convoca en torno a su nombre.
jueves, 1 de noviembre de 2018
Parálisis (2)
Que el
miedo a cometer errores es un sentimiento muy paralizante aparece en las
afirmaciones de Dyson (que comenta la experiencia de los viajeros del Mayflower)
como en la invitación de Arrupe SJ para que la Compañía de Jesús asuma los
cambios arriesgados que pide el camino del Concilio Vaticano II. Sin embargo, Dyson observa que muchas veces
los grandes proyectos avanzan. Lo explica desde las cualidades humanas:
“…resistencia, valentía, generosidad, sentido común, previsión y buen humor”.
Loyola lo formularía de otra manera: “No el mucho saber (…) sino el sentir y
gustar de las cosas internamente”. Afirma por un lado que “en tiempo de
desolación no se debe hacer mudanza”, pero a continuación señala que hay que “mudarse intensamente contra la desolación”: de ningún modo la parálisis.
lunes, 29 de octubre de 2018
Parálisis (1)
En 1972,
Dyson escribe el artículo “El mundo, la carne y el demonio”. Argumenta a partir
de un libro de 1929 escrito por el biólogo Desmond Bernal. Se reproduce el
artículo en “El científico rebelde” (2006). Habla de la manera en que la
humanidad dominará gracias a la ciencia los desafíos de nuestro planeta, de la
habitabilidad del espacio y de nuestros propios condicionantes personales y
sociales. Se trata de proyectos de una enorme envergadura. Así que Dyson
plantea por qué se da el fracaso de los proyectos humanos: el desacuerdo para
definir nuestros objetivos, las carencias para proveer los recursos económicos
y el propio miedo a las consecuencias del error. En 1975, Arrupe advierte que
el peor de los errores que podía cometer la Compañía de Jesús es la parálisis
que produce el miedo a la equivocación.
La fuerza del periodismo
Observa
Fazio (“Terrorismo mediático”) que el periodismo del s. XXI muestra la guerra
sin mediación. La CNN nos pone desde el salón y con una cerveza ante el misil
que estalla y dispersa los cadáveres… y el relato. La violencia de la guerra es
espectáculo. Con el lenguaje del videojuego, la realidad se gamifica. La vida
social, convertida en imágenes pulidas y brillantes, pervive mientras brilla.
Todo se acelera. Viene y va, pero no viene de lugar alguno ni a sitio alguno
lleva. Sólo brilla. A ese brillo, medido en audiencias o reproducciones, ¿se
puede denominar periodismo? Ni brillo ni ruido son neutros: el valor de sus
argumentos queda determinado por la viralidad. A esa suma de destellos y
clamores denomina Byung-Chul Han el “enjambre”. Entre las abejas, sin embargo,
se produce la miel. Cabe, por tanto, preguntarse si la fuerza del periodismo
está en la miel.
domingo, 28 de octubre de 2018
Eternidad del mundo
En la
Edad Media, Ockham, habla de la “eternidad del mundo”. ¿Comienza a partir de un
instante? ¿Es posible que esté ahí desde siempre? En la actualidad, el
aceptable Big Bang se queda a la espera de ulteriores hipótesis. Ockham no ve
contradicción en la idea de un mundo eterno (sin comienzo en el tiempo) con la
narrativa bíblica (que tiene sentido teológico, no metafísico). En “Filosofía
medieval”, Martínez Lorca, 2015, señala el significado del filósofo inglés:
“…simplificó nuestra cosmovisión, dejó de lado las metafísicas esencialistas,
puso de relieve el papel de la experiencia en nuestro conocimiento del mundo…”.
En el fondo, el libro, breve, de Martínez Lorca, pone su empeño en mostrar el
mundo medieval latino y árabe, como un tiempo fecundo para la filosofía, lejos
de Hegel y su visión negativa de una época que marca nuestra historia.
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