Lo liso, lo pulido y el “me gusta” virtual de Facebook definen el mundo en Byung-Chul Han. Se escapan de la realidad, que ni es ni lisa ni pulida; y tampoco un click en el “me gusta” compromete. Puede que el giro antropológico de la filosofía, quizás como deseo de asumir la historia con responsabilidad, abre, sin embargo, el camino hacia un sujeto descomprometido, distinto, ajeno a lo real. La fuga hacia el mundo ideal se lee ya en Platón y es proyección en Feuerbach. Emaús es propuesta hermenéutica: invita a una lectura de los acontecimientos sin negarlos, tal como son, pero descreyendo de su apariencia inmediata. Afirma el evangelista Lucas que el caminante les fue explicando en su horizonte de comprensión, la Escritura, la realidad de todo lo sucedido. Finalmente, con los pies en el suelo, le invitaron (por fin descubren al Otro): quédate con nosotros que el día va de caída.
viernes, 4 de mayo de 2018
miércoles, 2 de mayo de 2018
Galilea y amor líquido
Las
relaciones se programan (Bauman, “Amor líquido”, 2003). Las relaciones
amorosas no nacen de gratuidad y sorpresa: se selecciona la pareja para hacer
del amor negocio sin riesgo (Badiou, “Elogio del amor”, 2009) y se determina la
llegada del hijo o la hija a partir de un banco de genes de calidad. Los
especialistas en amor proponen relaciones al modelo de las “star-up”: seguras y
fácilmente prescindibles. El criterio no es la persona amada, sino el “me
gusta” propio. Así se hace muy relevante garantizar las condiciones de éxito y,
dada la volatilidad de los tiempos, establecer las pistas de retirada, el
itinerario para el descompromiso y el olvido. San Marcos propone acabar el
Evangelio con tres mujeres que van a la tumba y reciben una tarea: vayan y
digan que les espera en Galilea. Nada programable con seguridad. Todo
compromiso.
martes, 1 de mayo de 2018
Docetismo y muerte
La muerte, en nuestro entorno, pasa a segundo plano: en lo virtual, deviene espectáculo, en lo real ni se presenta, ni se muestra. Se la propone como ausencia y, en noviembre, transitamos desde la memoria amable que pone flores en la tumba de quien de algún modo nos acompaña, al disfraz de zombie, de muerto viviente, que hace de los cadáveres una amenaza para quien todavía vive. Retorna cierta tradición herética cristiana que ve en la muerte del nazareno un “como si”. Para el Docetismo todo lo histórico del Cristo es mera apariencia, porque no cabe la comunión de lo divino y lo humano –dada la bajeza de la realidad humana-. Nuestro entorno hoy, no tan creyente, asume un docetismo sin Dios: nuestra muerte se reduce a pura apariencia y toda apariencia puede ser cambiada. Adornamos a nuestros difuntos y, de camino, también nuestros fracasos.
Amor es éxodo
Al proponer la Pascua cristiana, Loyola (“Ejercicios Espirituales, nº
221”) invita a pedir (no está en mi mano, no soy dueño de la experiencia) “para
me alegrar y gozar intensamente de tanta gloria y gozo de Cristo nuestro
Señor”. La alegría es propia, pero es un reconocimiento de Otro y su alegría.
No es el gozo que proviene del éxito por el resultado de lo conseguido con los
propios esfuerzos. Esta capacidad de
alegrarnos así completa la capacidad idéntica de dolernos con el dolor de quien
sufre, sin sustituirle, sin usurpar su lugar; sin poner en mi experiencia o a
mi vivencia, en mi ego, por tanto, criterio alguno de valor. El amor refiere
así a Otro, a sus penas y también a su alegría. El amor exige así un éxodo del
propio ego, su querer, su interés. Nuestra cultura, que realza el valor de lo
experiencia en cuanto experimentada, no apunta hacia el amor.
domingo, 29 de abril de 2018
Resistencia a la pura antropología
“No serviré más a un señor que se me puede morir”, se atribuye a Borja
al contemplar el cadáver de la emperatriz Isabel. No es alarde de ego. También
el “yo” muere. Ni espiritualismo, porque tiene una tarea en esta historia.
Apuesta por el Otro. A duras penas, solo una parte de la teología consigue
oponerse al giro copernicano que hace del pensamiento antropología. Kant
formula así: “Qué podemos conocer. Qué debemos hacer. Qué nos cabe esperar. En
resumen, qué es el hombre”. Al observar la entrada en Jerusalén de aquel
nazareno, sobre un pollino –referencia davídica-, podemos imaginar un
cristianismo que no formula su pensar desde la pura antropología. Levinas –de
tradición judía- también lo apunta: pensar es reconocer la otredad. También con
mayúscula: en su diferencia y en su misterio. Ahí solo cabe la responsabilidad.
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