martes, 1 de mayo de 2018

Amor es éxodo

Al proponer la Pascua cristiana, Loyola (“Ejercicios Espirituales, nº 221”) invita a pedir (no está en mi mano, no soy dueño de la experiencia) “para me alegrar y gozar intensamente de tanta gloria y gozo de Cristo nuestro Señor”. La alegría es propia, pero es un reconocimiento de Otro y su alegría. No es el gozo que proviene del éxito por el resultado de lo conseguido con los propios esfuerzos.  Esta capacidad de alegrarnos así completa la capacidad idéntica de dolernos con el dolor de quien sufre, sin sustituirle, sin usurpar su lugar; sin poner en mi experiencia o a mi vivencia, en mi ego, por tanto, criterio alguno de valor. El amor refiere así a Otro, a sus penas y también a su alegría. El amor exige así un éxodo del propio ego, su querer, su interés. Nuestra cultura, que realza el valor de lo experiencia en cuanto experimentada, no apunta hacia el amor.

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