Quizás la metafísica solo es posible si hay verbo ser. Sin la
pregunta por el ser, no hay filosofía. La lengua griega es cooperante necesaria
para el pensamiento occidental. La teología como reflexión racional sobre la fe
necesita no sólo de la historia narrativa de Jesús, el Cristo, sino también de
la cultura griega y su filosofía. Sin Platón, no es posible Agustín; sin
Aristóteles, no es posible Tomás. Dyson (“El científico rebelde”, 2006)
contrapone la conferencia de Feynman (1963) con la de Polkinghorne (1996): el
primero aprecia la religión sin la arquitectura de la razón. El segundo aprecia
el esfuerzo teológico que adecua la fe al mundo del siglo XX. El primero no
necesita indagar en la naturaleza del Cristo para confirmar su impulso
libertador. El segundo siente que la razón científica y teológica son la
liberación que trae aquel judío marginal.
jueves, 11 de abril de 2019
miércoles, 10 de abril de 2019
Motivos para el fracaso
En 1972, Dyson escribe “El mundo, la carne y el demonio” a partir
de un escrito del biólogo Bernal en 1929. Retoma el artículo en “El científico
rebelde” (2006). Bernal cree que dominaremos gracias a la ciencia los desafíos
de nuestro planeta, de la habitabilidad del espacio y de nuestros propios
condicionantes personales y sociales. Dyson observa que el camino se tiñe de
fracaso por el desacuerdo en los objetivos, la carencia de recursos y el miedo
a equivocarnos. Sin embargo, muchos grandes proyectos avanzan. Dyson lo explica
desde cualidades humanas: “…resistencia, valentía, generosidad, sentido común,
previsión y buen humor”. Loyola lo formula así: no el mucho saber sino el
sentir y gustar internamente. Para Loyola es gracia. Arrupe, en el 75,
advierte: si paramos por miedo a equivocarnos, estamos en el peor error.
martes, 9 de abril de 2019
La carrera por el podio
En 1939, Hitler invade Polonia. La guerra impuso su
lógica y los científicos quedan en sus bandos. Dyson (“El científico…”, 2006)
afirma que se pierde la oportunidad de un diálogo sobre límites éticos de la
visión nuclear. La discusión versa sobre el podio del descubrimiento lo que
abre paso a Hiroshima. Contrapone el ejemplo de los biólogos (¿biólogas hubo?)
que, en 1975, tras el descubrimiento del ADN, organizan un congreso en Asilomar
para proponer las normas éticas de la investigación. No pasa lo mismo con
Openheimer o Heissemberg. En Los Álamos desarrollan una carrera contra la
física alemana que continúa incluso después de la victoria. Sólo un hombre,
Roblat (polaco), abandona el proyecto. Muere con el Nobel de la Paz. Pero ya
tenemos Hiroshiama y Nagazaki y tantas ojivas nucleares como para borrar la
vida de la faz de la tierra.
lunes, 8 de abril de 2019
La catástrofe
De Platón a Foucault camina Sloterdijk en “Temperamentos
filosóficos”. Tras los dos clásicos griegos, aborda a Agustín. Después, el
Renacimiento. Sostiene que en la Edad Media, donde se cita a Aristóteles como
“el filósofo”, no se encuentra temperamento alguno que pueda denominarse
filosófico. No es extraño, pues, para Sloterdijk, el de Hipona degrada el amor
como recuerdo de lo bello y lo bueno (Platón) al proponer un ser humano
mancillado por una herida incurable. No hay ya ascenso mediante el pensamiento
hacia la Verdad. Todo queda en gracia otorgada. Concluye que el pensamiento
agustiniano conduce “a la catástrofe cristiana de la filosofía”. Si Dios es pensado, ni hay filosofía ni el amor salva. Parece que el esfuerzo del
pensamiento sólo es filosofía si prescinde de la trascendencia. Sloterdijk
llama catástrofe al mirar al Otro.
domingo, 7 de abril de 2019
El cansancio
¿Es el trastorno por déficit de atención e hiperactividad propio
de nuestro tiempo? Frankl (“El hombre en busca de sentido”, 1945) pinta, tras
la guerra, la neurosis de la ausencia de sentido. Es hijo de los
existencialismos. El final de la metafísica, el holocausto, el conocimiento
científico, la pequeñez de nuestras metas, la inercia del día a día llevan a la
neurosis noógena. La terapia es un éxodo de sí mismo, una trascendencia hacia
la otra persona, la otra realidad natural y, en última instancia, lo Otro
Absoluto que no se explica, que se alaba, se respeta, se sirve. El siglo XXI
inventa el coaching que hace de toda actividad la más eficiente. En “La
sociedad del cansancio” (2010), Byung-Chul ve una depresión por exceso de
sentido: todo es alcanzable, todo deviene propio. Nada hay fuera, extraño,
solemne. No es posible el Éxodo. No hay sito para el fracaso. Sólo cabe el
cansancio.
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