¿Es todo
pura plasticidad? ¿Somos plastilina maleable? ¿O, por el contrario, la biología
determina una “naturaleza humana”? Pinker (“La tabla rasa”, 2003) muestra las
contradicciones: no podemos ver todo decidido en la neurología y, a la vez,
afirmar que todo se determina por la influencia. Subraya una cierta humildad: no tenemos una
teoría que explique claramente las diferencias y las igualdades del carácter
humano. Los estudios encuentran datos que no siempre encajan con las teorías.
Si nos empeñamos en una posición puramente innatista o puramente culturalista,
tenderemos a negar los datos de la realidad.
“La naturaleza y la educación pueden actuar de otras formas, y muchos
confunden la distinción entre ambas” (Pinker). ¿Nos quedamos con “Walden Dos”
(intervención en la educación) o con “Un mundo feliz” (intervención en la
naturaleza)?
viernes, 18 de mayo de 2018
miércoles, 16 de mayo de 2018
Tabla rasa y neurología
Si se impone la teoría de la tabla rasa, la que asegura que no hay
naturaleza humana, las dictaduras de todos los tiempos tendrán excusa para sus
propuestas de ingeniería social y las familias cargarán a sus hijos e hijas con
programas educativos uniformes, porque nada hay que los diferencie en el punto
de partida (Pinker, Tabla rasa, 2003). Llama la atención, sin embargo, la
radicalidad de quienes –en aparente contradicción con la teoría dominante
(tabla rasa) hoy consideran que todo es neurología y entienden como puramente
determinadas por nuestro cerebro las capacidades del aprendizaje humano y
presentan como inútiles para generar cambios esenciales la actuación educativa
que se oponga a lo ahí prefijado. El cerebro no sería una pura plasticidad
sobre la que escribir, sino que determinaría lo escribible. ¿Y entre los dos
extremos?
martes, 15 de mayo de 2018
Naturaleza humana
En sus clases de ética, A. Hortal SJ afirma (1986) que en lo humano, se entiende por naturaleza lo que, cuando lo sacas por la puerta, entra por la ventana. Batler (“El género en disputa”, 1990) dice que las peculiaridades de género son atribuciones culturales y que no dependen de la diferencia natural que se da entre los sexos. Habermas, en “Post Scriptum” (2001) escribe: “He adquirido una consciencia aún mayor de los abismos filosóficos que se abren al discutir los fundamentos naturales de la autocomprensión de personas que actúan responsablemente”. Habla sobre las prácticas de intervención genética. En 2003, Pinker publica “La tabla rasa” para señalar que “…la negación de la naturaleza humana… ha perjudicado la vida de las personas corrientes”. Si hay naturaleza humana, no se disuelve como rostro sobre arena.
lunes, 14 de mayo de 2018
Humanismo
En el
Renacimiento, el humanismo es recuperación de la cultura clásica. Tras el giro
antropológico, muestra cierta centralidad de lo humano en lo ético, social,
político o religioso. En dos frentes al menos, el humanismo incumple sus
promesas: el deterioro humano de lo no humano (crisis ecológica) y la
prevalencia legal de la ciudadanía y el individuo. La actual vida líquida
(Bauman) occidental recorta derechos y atribuye a los otras personas no ciudadanas la
causa de los males sociales. Así, los derechos son no de humanidad, sino de
ciudadanía, y esta se atiene a los individuos. Francisco, por su parte, muestra
que lo social y lo medioambiental son una sola crisis (“Laudato Si’”, 2015). La
reacción antihumanista, con problemas evidentes de rigor y extensión, apunta,
no obstante, a ambos problemas: la primacía de lo humano se concreta como
expolio depredador y etnocentrismo ciudadano.
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domingo, 13 de mayo de 2018
Negatividad y belleza
El
sobrecogimiento se sustituye por lo perfecto en la actual visión de lo bello
(Byung-Chul, “La salvación de lo bello”). El aeropuerto pulido, la piel
depilada, el smarphone liso triunfan en la cultura que no tolera lo negativo:
debemos ser perfectos, automejorados para el mundo, el mercado, la pareja, la
familia, las amistades. Lo inesperable, no domesticable… se disuelve rechazando
toda negatividad. Pero la vida es calvario, cruz, tumba. La belleza del bosque
no es su perfección, si nos resulta sublime un paisaje montañoso no se trata de
una belleza pulcra. La belleza de una persona, más allá del atractivo del
momento, aburre si se sostiene de perfección. En la realidad, lo bello que
sobrecoge no soporta el “me gusta” de la fotografía de facebook. Lo bello
sublime está de la mano de una historia que está llena de dolor. Es ahí donde
Loyola ve a Dios que trabaja.
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