El
sobrecogimiento se sustituye por lo perfecto en la actual visión de lo bello
(Byung-Chul, “La salvación de lo bello”). El aeropuerto pulido, la piel
depilada, el smarphone liso triunfan en la cultura que no tolera lo negativo:
debemos ser perfectos, automejorados para el mundo, el mercado, la pareja, la
familia, las amistades. Lo inesperable, no domesticable… se disuelve rechazando
toda negatividad. Pero la vida es calvario, cruz, tumba. La belleza del bosque
no es su perfección, si nos resulta sublime un paisaje montañoso no se trata de
una belleza pulcra. La belleza de una persona, más allá del atractivo del
momento, aburre si se sostiene de perfección. En la realidad, lo bello que
sobrecoge no soporta el “me gusta” de la fotografía de facebook. Lo bello
sublime está de la mano de una historia que está llena de dolor. Es ahí donde
Loyola ve a Dios que trabaja.
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