Un amor con riesgo cero es una guerra con muerte cero (Badiou, Elogio
del amor, 2009). Al igual que la guerra muerte cero es la de los míos, el
riesgo cero en el amor es el mío. Porque, por muy cuidada que sea la
estrategia, en la guerra siempre hay muertos (del otro bando) y en el amor
siempre hay riesgo (el de la otra persona).
El riesgo cero enfría el corazón, enfría el amor (Francisco): la
solidaridad desaparece y el sentimiento, la pena, deviene en espectáculo: un
niño en las playas del Mediterráneo o asesinado por un adulto se convierte en
imagen viral y el debate habla sobre raza, etnia. Con la frialdad del corazón,
se enfría también la comunidad: las instituciones pierden valor, el servicio
público se privatiza, el bien común se oculta detrás de los intereses empresariales
o de la defensa de los derechos individuales.
viernes, 20 de abril de 2018
jueves, 19 de abril de 2018
Natura y cultura
Para Aquino, aunque podamos equivocarnos en la percepción de la realidad o en el juicio que elaboramos sobre ella, “el hombre” (al modo de “lo humano”) no es una mera construcción cultural ajena a nuestra experiencia. Pero tampoco es una realidad en sí, independiente de nuestra cultura. La naturaleza creada, en términos teológicos, no es una mera elaboración cultural al margen de la experiencia; ni su concepto es una realidad ajena a nuestra cultura. ¿Merece buscar qué hay de experiencia de lo real en un concepto que se elabora siempre en la cultura dada? ¿Merece indagar qué hay de real en conceptos tan claramente culturales como violencia, amor, hambre, velocidad, enfermedad o espiritualidad? Claro que sí. Pero sabiendo que es una respuesta siempre marcada por esa maravilla que es nuestra capacidad de vivir en la cultura.
martes, 17 de abril de 2018
Tomás de Aquino
Cuando Foucault dice que el “ser humano” es una creación del siglo XIX,
¿supone que no existía un concepto más o menos universal de humanidad en la
cultura occidental? En el s. XIII, para Aquino todas las personas forman parte
de la “clase de cosa” que es “humana”: sólo
la presencia de determinadas cualidades materiales y racionales (espirituales)
justifican predicar el carácter humano de una realidad. Sustancia, accidente,
materia y forma, entre otros, son términos con los que Aquino intenta dar
cuenta de nuestra experiencia del mundo. Kopleston SJ (Aquino, 1995) lo dibuja
como una síntesis con tres patas: la filosofía del sentido común (las cosas son
lo que son); el empeño aristotélico de poner palabras al fundamento real de
nuestro conocimiento; y, finalmente, la confianza en la trascendencia de
nuestra Historia. Todo un programa.
lunes, 16 de abril de 2018
Las causas del Ser
La
metafísica no es un paso ulterior de hipótesis empíricas a partir de otras
hipótesis empíricas, las de la ciencia (Kopleston, Tomás de Aquino, 1995).
Quiere hablar del ser en cuanto ser… y no en cuanto ser una cosa u otra. La
metafísica indaga las causas del Ser (Aquino sigue a Aristóteles). Para el
Círculo de Viena, esta reflexión choca con que el análisis muestra el vacío de
la expresión “ser en cuanto ser”: así que de lo que no se puede hablar, mejor
callar. Los existencialismos superan la metafísica porque entienden que no hay
ser que no venga determinado en un modo de ser: la existencia precede a la
esencia. Los estructuralismos muestran que el ser se disuelve en relaciones
rígidas de las que su apariencia emerge. Si no encontramos otro camino,
filosofar equivale, pues, puramente a conversar. Se amplía el aroma de la
superficialidad.
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