Además de las personas muertas, el actual sistema
de migración y refugio de Europa tiene algunos tintes negros: menores perdidos,
mafias enriquecidas, mujeres violadas, economía sumergida (Naïr, “Refugiados”,
2016). Además, la ruptura de la identidad europea, aquella que también tiene
sus raíces en la modernidad y se concreta políticamente en el estado social y
de derecho. Se pierde la identidad cuando se identifica a migrantes con
terroristas, se deja de respetar el derecho internacional y se desentiende del
derecho de las personas refugiadas. Dice el Evangelio: “Nada que viene de fuera
corrompe el corazón humano”. Nuestra Europa se pierde no por la llegada de
musulmanes inmigrantes, sino por la falta de respeto a su propio derecho y a la
ausencia de un proyecto eficiente de acogida e inclusión social (a nativos y a
nuevos residentes).
jueves, 18 de octubre de 2018
martes, 16 de octubre de 2018
La identidad de Europa
Toda sociedad tiene derecho a defender su identidad
(Naïr, “Refugiados”, 2017). La identidad de Europa, nacida a partir de la
modernidad, tiene su centro en los derechos humanos, la participación, la
protección del débil. Lo hace con el Estado de Derecho y los acuerdos
internacionales. Así, la Convención de Ginebra, de mitad del siglo XX, es una de las más importantes declaraciones
de protección para el desvalido. La defensa de la propia identidad, sin
embargo, es aducida en la actualidad como explicación para unas medidas frente
a las demandas de refugio que, finalmente, suponen que el conjunto de los
países de la U.E. acojan apenas al 0,7% de las familias que solicitan asilo.
Arabia Saudí y Rusia, acogen menos. Jordania, Líbano, Turquía... Son los más
acogedores. Europa, con el argumento de defender su identidad, ¿reniega del
principal de sus valores?
lunes, 15 de octubre de 2018
Campesinos o naranjas
Nos recuerda Sami Naïr, en lección pronunciada en
SC Palma con motivo de la apertura de la Universidad de Verano de La Laguna,
unas palabras de Hassan II: “Si no aceptan mis naranjas, tendrán que aceptar
mis campesinos”. Lo decía al comprobar que la UE levantaba muros a la
importación agrícola desde Marruecos motivada por la Política Agraria Común.
Naïr señala que la actual política UE, de cierre de fronteras, no será
eficiente frente a las diferencias económicas crecientes y la explosión
demográfica del África subsahariana. Señala la necesidad de un doble realismo:
el que comprende que el puro levantamiento de muros acabará cediendo y el que
entiende que no hay país que pueda abrir sin más las fronteras. Propone una
doble política: facilitar el acceso legal y promover un plan de desarrollo
realista en África. ¿Qué otra cosa nos queda?
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