Toda sociedad tiene derecho a defender su identidad
(Naïr, “Refugiados”, 2017). La identidad de Europa, nacida a partir de la
modernidad, tiene su centro en los derechos humanos, la participación, la
protección del débil. Lo hace con el Estado de Derecho y los acuerdos
internacionales. Así, la Convención de Ginebra, de mitad del siglo XX, es una de las más importantes declaraciones
de protección para el desvalido. La defensa de la propia identidad, sin
embargo, es aducida en la actualidad como explicación para unas medidas frente
a las demandas de refugio que, finalmente, suponen que el conjunto de los
países de la U.E. acojan apenas al 0,7% de las familias que solicitan asilo.
Arabia Saudí y Rusia, acogen menos. Jordania, Líbano, Turquía... Son los más
acogedores. Europa, con el argumento de defender su identidad, ¿reniega del
principal de sus valores?
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