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lunes, 21 de enero de 2019

De noche

Después de una larga noche bregando sin éxito, tuvo lugar el encuentro con el Señor. Al poner la palabra RECONCILIACIÓN en el punto focal de nuestra perspectiva sobre el Cristo, nos situamos junto a un lago en el que unos hombres trabajan sin descanso y sin éxito alguno. Echan las redes y no hay pesca. La noche es el tiempo oscuro que atraviesa nuestras vidas cuando el conflicto no se ha resuelto con la reconciliación. Pedro dijo: “No lo conozco”. Su llanto, su dolor, se prolonga a lo largo de toda la noche. O, dicho de otro modo, todo es de noche, todo es oscuro, todo es llanto, tras la ruptura con Aquel del que también había dicho: “¿A dónde iremos? Solo tú tienes palabras de vida eterna”. A la vuelta de la noche, cuando la gratuidad del amor del Señor se manifieste en el día que llega, en la pesca y la red rebosante, en la comida común, Pedro tendrá que dar respuesta a esta pregunta: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?” Él responderá como quien constata un don recibido: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”.

jueves, 15 de noviembre de 2018

La persona modular y la patria

La vida de cada persona es una vida modular (Bauman, “En busca de la política”, 1999). De ese modo navegamos con eficiencia en un mundo de agrupaciones débiles. Nos unimos y nos separamos “ad hoc”. La propia familia deja de ser un lugar de pertenencia para convertirse, paulatinamente, en espacio fluido para entrar y salir. Se acabaron las coerciones que nos mantenían unidos por un poder de control internalizado o puramente externo. Asegura Bauman que se trata del “producto más notable de la sociedad moderna”. Sin embargo, todos estos atributos tienen una contrapartida: nunca nos sentimos en casa y siempre se nos somete a una triple condena: “la incertidumbre, la inseguridad y la desprotección”. No es extraño que la promesa de una patria o una tribu con significado esté en la raíz de todo fundamentalismo.

lunes, 16 de julio de 2018

En el desierto


El desierto es lugar de vida cotidiana para el pastor Moisés: soledad, reciedumbre, horizontes abiertos. El día a día es duro, áspero y real. Byung-Chul Han indica que hoy lo cotidiano está pulido, se juega en enjambre y se da como virtual. El desierto aparece así como la oportunidad de cambio: la realidad nos espera en la soledad y lo áspero. La soledad no es un fin en sí mismo, sino la ocasión y el medio para el Otro que siempre irrumpe, que siempre está. En el desierto, Moisés reconoce la Tierra Sagrada que pisa y escucha la voz de la realidad que es relacional. No habla la realidad (otredad) para imponer su Ser, sino para comunicarse y enviar; para apelar a la responsabilidad que nace de la relación (he escuchado el clamor de mi pueblo). Sólo en el desierto, lejos de lo virtual, del enjambre y lo pulido, la vida deja de ser líquida y se da como responsabilidad.

lunes, 7 de mayo de 2018

El lugar de la tarea

Ya que el Mar Muerto no permite pescar y que la mayoría de los puertos quedan fuera del alcance de los pescadores autóctonos, el Mar de Galilea, también Tiberiades, es su lugar de brega. En este entorno ponen los Evangelios buena parte de la actividad de Jesús, con centro principal en Cafarnaúm. Simón (que Cristo apodó como Pedro) y sus compañeros se dedicaban a la pesca. El lago es trabajo ordinario. Juan, el último de los escritores canónicos, sitúa en este enclave la experiencia del resucitado. Nos habla, pues, de una experiencia en lo cotidiano. Añade, además, la noche (la oscuridad) y el fracaso en la tarea (“no pescaron nada”), para situarnos en el ambiente del sepulcro y el final, aparentemente inevitable, del movimiento de Jesús. Pero en lo cotidiano del trabajo, se plantea una pregunta (“Simón de Juan, ¿me amas?”) y una tarea: el cuidado.

jueves, 8 de marzo de 2018

Afrontar la muerte

Quizá por un tiempo, Heidegger cree que la muerte nos afirma. Es que se trata de “mi” muerte. Más adelante, sospecha de la pura negatividad de la muerte. Byung-Chul señala que el morir puede ponernos en alerta ante lo absolutamente ajeno. Hace una grieta en un mundo de diversidad tolerada que nos iguala; la muerte confronta con lo no igual. Dos respuestas se turnan: la del terrorismo que ama la muerte como respuesta a la violencia de lo igual; y la de la cultura que quita voz a la muerte. Loyola no ama, ni rechaza, ni explica la muerte. La afronta. Permite ver y elegir en la vida desde lo absolutamente otro, sin escabullirlo de lo real. No vivimos para morir, pero el morir es propio del vivir. Si silenciamos la muerte, si el enjambre oculta su voz, entonces el vivir será víctima del imperio del todo igual, del nada distinto, del sólo lo ancho, lo largo, lo profundo.

miércoles, 7 de marzo de 2018

Enemigo

Dice el profesor García-Baró que la filosofía es necesaria para la vida. Dice que no habla de la via catalana porque lo escrito está condenado a no ser entendido: solo lo hablado en ambiente de acogida añade en positivo (Entrevista en ECCA). Hay una violencia, física o ambiental, que parece proceder de una fuente imaginaria. Nos devuelve a Byung-Chul: “La idiosincrasia de un pueblo pone a disposición una identidad. Al mismo tiempo inventa un enemigo” (“La expulsión de lo distinto”, 2016).  Así, la creación del enemigo proporciona un refuerzo a la propia identidad. Cita Byung-Chul a C. Schmitt: “El enemigo es nuestra propia pregunta como figura. Por este motivo tengo que confrontarme con él cambatiendo”. García-Baró señala: quizás la vocación política está poco disponible. Cuando nuestros políticos lo dejan, nuestros problemas nos enfrentan.

jueves, 11 de enero de 2018

Voluntad de sentido

En 1942, Albert Camus publica “El mito de Sísifo”: “Juzgar si la vida vale o no vale la pena vivirla es responder a la pregunta fundamental de la filosofía”. Escribe en un mundo que asiste a la sangría de los totalitarismos. La lucha por la supervivencia parece ser la respuesta que, inmediatamente después de la guerra, en 1946 da Vicktor Frankl a esta pregunta en “El hombre en busca de sentido”: “No había tiempo para consideraciones morales o éticas, ni tampoco el deseo de hacerlas. Un solo pensamiento animaba a los prisioneros: mantenerse con vida”. Camus piensa que todo intento de sentido está condenado al fracaso. Precisamente, en esa clarividencia, la de la imposible esperanza está su victoria: “No hay destino que no se venza con el desprecio”. Frankl sobrevive al campo de exterminio y al preguntar el porqué, responde: la voluntad de sentido.

martes, 2 de enero de 2018

Afán de gloria

Con narración ficticia verosímil, Del Vall novela al cortesano joven Loyola como trayectoria dominada por desmesurado “afán de gloria”. Si el afán determinara el comportamiento, Yñigo posiblemente no sería uno de los actores clave en el giro histórico que lleva a la modernidad. Pero experimenta en su propia vida y convierte en método la conducción libre de sí mismo y el acompañamiento a otras personas. En expresión de un insigne jesuitas del S. XX, cada persona “(el hombre) hace su alma” (De Chardin SJ). ¿Ingenuidad de quien ignora la sospecha freudiana de un inconsciente ominipresente e incontrolable? Más bien profundo y respetuoso autoconocimiento. Tras la eficaz determinación de Loyola apunta un misterio de gratuidad que trasciende las limitaciones del individuo y lo hace sujeto a una historia colectiva de sentido.

lunes, 1 de enero de 2018

Tránsito

Hacia la muerte como tránsito a la luz y la vida de otro modo apunta Fernando Cordero SS.CC. En “El tren azul”, un pliego de la revista Vida Nueva de finales de 2017.  Subraya Cordero la connaturalidad de la muerte y el carácter contracultural de quien pretenda ponerla como asunto del que hablar y ante el que quedarse. No se trata de que las palabras ocupen todo el espacio, puesto que el silencio es oportuna compañía cuando hay que “acompañar en el sentimiento”. Acompañar que no es sustituir. Acompañar que no es distraer o divertir. Parece que hemos recorrido largo trecho, desde el “ser para la muerte” de los existencialistas de la postguerra europea –tanta muerte en los caminos- a la ausencia de la muerte en el pensamiento ligero o a la espiritualización de la misma hasta extremos irreconocibles. Y de hecho, empezamos a morir al nacer.