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lunes, 21 de enero de 2019
De noche

jueves, 15 de noviembre de 2018
La persona modular y la patria

lunes, 16 de julio de 2018
En el desierto

El desierto es lugar de vida cotidiana para el pastor Moisés:
soledad, reciedumbre, horizontes abiertos. El día a día es duro, áspero y real.
Byung-Chul Han indica que hoy lo cotidiano está pulido, se juega en enjambre y
se da como virtual. El desierto aparece así como la oportunidad de cambio: la
realidad nos espera en la soledad y lo áspero. La soledad no es un fin en sí
mismo, sino la ocasión y el medio para el Otro que siempre irrumpe, que siempre
está. En el desierto, Moisés reconoce la Tierra Sagrada que pisa y escucha la
voz de la realidad que es relacional. No habla la realidad (otredad) para
imponer su Ser, sino para comunicarse y enviar; para apelar a la
responsabilidad que nace de la relación (he escuchado el clamor de mi pueblo).
Sólo en el desierto, lejos de lo virtual, del enjambre y lo pulido, la vida
deja de ser líquida y se da como responsabilidad.
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lunes, 7 de mayo de 2018
El lugar de la tarea

jueves, 8 de marzo de 2018
Afrontar la muerte

miércoles, 7 de marzo de 2018
Enemigo

jueves, 11 de enero de 2018
Voluntad de sentido

martes, 2 de enero de 2018
Afán de gloria

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lunes, 1 de enero de 2018
Tránsito
Hacia la muerte como tránsito a la luz y la vida de otro modo
apunta Fernando Cordero SS.CC. En “El tren azul”, un pliego de la revista Vida
Nueva de finales de 2017. Subraya
Cordero la connaturalidad de la muerte y el carácter contracultural de quien
pretenda ponerla como asunto del que hablar y ante el que quedarse. No se trata
de que las palabras ocupen todo el espacio, puesto que el silencio es oportuna
compañía cuando hay que “acompañar en el sentimiento”. Acompañar que no es
sustituir. Acompañar que no es distraer o divertir. Parece que hemos recorrido
largo trecho, desde el “ser para la muerte” de los existencialistas de la
postguerra europea –tanta muerte en los caminos- a la ausencia de la muerte en
el pensamiento ligero o a la espiritualización de la misma hasta extremos
irreconocibles. Y de hecho, empezamos a morir al nacer.
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