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domingo, 7 de abril de 2019

El cansancio


¿Es el trastorno por déficit de atención e hiperactividad propio de nuestro tiempo? Frankl (“El hombre en busca de sentido”, 1945) pinta, tras la guerra, la neurosis de la ausencia de sentido. Es hijo de los existencialismos. El final de la metafísica, el holocausto, el conocimiento científico, la pequeñez de nuestras metas, la inercia del día a día llevan a la neurosis noógena. La terapia es un éxodo de sí mismo, una trascendencia hacia la otra persona, la otra realidad natural y, en última instancia, lo Otro Absoluto que no se explica, que se alaba, se respeta, se sirve. El siglo XXI inventa el coaching que hace de toda actividad la más eficiente. En “La sociedad del cansancio” (2010), Byung-Chul ve una depresión por exceso de sentido: todo es alcanzable, todo deviene propio. Nada hay fuera, extraño, solemne. No es posible el Éxodo. No hay sito para el fracaso. Sólo cabe el cansancio.

jueves, 18 de enero de 2018

Esperanza y estadísticas

La generación literaria de la Postguerra ve en nuestras ciudades cementerios organizados: “Madrid es una ciudad de  más de millón y medio de cadáveres (según las últimas estadísticas)”, canta el autor de “Hijos de la ira” (Dámaso, 1945). Esos cuerpos son, en perspectiva de Unamuno (padre de todas las preguerras), “también de barro”, como las paredes de cualquier cementerio. Frankl, arrastrándose helado por los campos de Auschwitz sobrevive y crece contemplando fugaz el rostro amado: “Sólo el amor nos salva”, exclama. Joseph Moingt SJ afirma la historicidad actual del Cristo porque tiene una tarea pendiente, inacabada. Esta tarea es la liberación. No es el optimismo el padre de la esperanza. Hay en esa palabra algo de pura innovación inesperada, capaz de hacer de nuestras ciudades algo más que los datos de las últimas estadísticas.

domingo, 14 de enero de 2018

¿A quién pertenece el destino?

En un campo de exterminio, Frankl apuesta por el sentido. Asegura que es el sentido lo que le salva. Si seguimos la pista del Sísifo de Camus, es la construcción del sentido lo que le salva: “No se descubre lo absurdo sin sentirse tentado a escribir un manual de la felicidad”. Pero ambos, Camus y Frankl son de un mundo de piedra y barro, donde el asesinato es visible y la enfermedad no se oculta en las plantas de paliativos hospitalarios. Probablemente en la liquidez de la vida actual, una instalación en la inmanencia puede ser tranquila, plácida, mientras la realidad virtual quita densidad a la realidad real. El “sinsentido” se confunde con “me-gusta” de Facebook (Byung-Chul Han). Camus insiste: “Toda la alegría silenciosa de Sísifo consiste en eso. Su destino le pertenece”.  Los estructuralismos lo disuelven: todo nos pasa, de nada somos sujetos activos.

jueves, 11 de enero de 2018

Voluntad de sentido

En 1942, Albert Camus publica “El mito de Sísifo”: “Juzgar si la vida vale o no vale la pena vivirla es responder a la pregunta fundamental de la filosofía”. Escribe en un mundo que asiste a la sangría de los totalitarismos. La lucha por la supervivencia parece ser la respuesta que, inmediatamente después de la guerra, en 1946 da Vicktor Frankl a esta pregunta en “El hombre en busca de sentido”: “No había tiempo para consideraciones morales o éticas, ni tampoco el deseo de hacerlas. Un solo pensamiento animaba a los prisioneros: mantenerse con vida”. Camus piensa que todo intento de sentido está condenado al fracaso. Precisamente, en esa clarividencia, la de la imposible esperanza está su victoria: “No hay destino que no se venza con el desprecio”. Frankl sobrevive al campo de exterminio y al preguntar el porqué, responde: la voluntad de sentido.