En 1942,
Albert Camus publica “El mito de Sísifo”: “Juzgar si la vida vale o no vale la
pena vivirla es responder a la pregunta fundamental de la filosofía”. Escribe
en un mundo que asiste a la sangría de los totalitarismos. La lucha por la
supervivencia parece ser la respuesta que, inmediatamente después de la guerra,
en 1946 da Vicktor Frankl a esta pregunta en “El hombre en busca de sentido”:
“No había tiempo para consideraciones morales o éticas, ni tampoco el deseo de
hacerlas. Un solo pensamiento animaba a los prisioneros: mantenerse con vida”.
Camus piensa que todo intento de sentido está condenado al fracaso.
Precisamente, en esa clarividencia, la de la imposible esperanza está su
victoria: “No hay destino que no se venza con el desprecio”. Frankl sobrevive
al campo de exterminio y al preguntar el porqué, responde: la voluntad de
sentido.
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