Mostrando entradas con la etiqueta Aquino. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Aquino. Mostrar todas las entradas

viernes, 12 de octubre de 2018

Las viejas cuestiones

Recibo casi todo lo que soy. Dice el viejo refrán: “Nada nuevo hay bajo el sol”, siguiendo a Qohelet. El adagio literario sostiene que quien cuenta bien su pueblo, cuenta la humanidad. Parece que todo lo por aprender, ya estuviera, de alguna manera aprendido. En el siglo XIII, un franciscano cercano a la corte francesa, Gilbert de Tournai sostiene: “Jamás alcanzaremos la verdad si nos contentamos con lo ya encontrado. Los que escribieron antes que nosotros no son nuestros señores sino nuestros guías”. De hecho, ni Avicena, ni Averroes, ni Mosé ben Maimón, ni el propio Tomás de Aquino se limitan a copiar o reproducir lo recibido de Aristóteles o Platón o alguno de sus comentaristas (Martínez Lorca, “Filosofía medieval”, 2015. Sin embargo, las viejas cuestiones planteadas por los griegos, ¿no siguen correteando entre telescopios, corazones y ecuaciones?

jueves, 19 de abril de 2018

Natura y cultura

Para Aquino, aunque podamos equivocarnos en la percepción de la realidad o en el juicio que elaboramos sobre ella, “el hombre” (al modo de “lo humano”) no es una mera construcción cultural ajena a nuestra experiencia. Pero tampoco es una realidad en sí, independiente de nuestra cultura. La naturaleza creada, en términos teológicos, no es una mera elaboración cultural al margen de la experiencia; ni su concepto es una realidad ajena a nuestra cultura. ¿Merece buscar qué hay de experiencia de lo real en un concepto que se elabora siempre en la cultura dada? ¿Merece indagar qué hay de real en conceptos tan claramente culturales como  violencia, amor, hambre, velocidad, enfermedad o espiritualidad? Claro que sí. Pero sabiendo que es una respuesta siempre marcada por esa maravilla que es nuestra capacidad de vivir en la cultura.

martes, 17 de abril de 2018

Tomás de Aquino

Cuando Foucault dice que el “ser humano” es una creación del siglo XIX, ¿supone que no existía un concepto más o menos universal de humanidad en la cultura occidental? En el s. XIII, para Aquino todas las personas forman parte de la “clase de cosa” que es  “humana”: sólo la presencia de determinadas cualidades materiales y racionales (espirituales) justifican predicar el carácter humano de una realidad. Sustancia, accidente, materia y forma, entre otros, son términos con los que Aquino intenta dar cuenta de nuestra experiencia del mundo. Kopleston SJ (Aquino, 1995) lo dibuja como una síntesis con tres patas: la filosofía del sentido común (las cosas son lo que son); el empeño aristotélico de poner palabras al fundamento real de nuestro conocimiento; y, finalmente, la confianza en la trascendencia de nuestra Historia. Todo un programa.

lunes, 16 de abril de 2018

Las causas del Ser


La metafísica no es un paso ulterior de hipótesis empíricas a partir de otras hipótesis empíricas, las de la ciencia (Kopleston, Tomás de Aquino, 1995). Quiere hablar del ser en cuanto ser… y no en cuanto ser una cosa u otra. La metafísica indaga las causas del Ser (Aquino sigue a Aristóteles). Para el Círculo de Viena, esta reflexión choca con que el análisis muestra el vacío de la expresión “ser en cuanto ser”: así que de lo que no se puede hablar, mejor callar. Los existencialismos superan la metafísica porque entienden que no hay ser que no venga determinado en un modo de ser: la existencia precede a la esencia. Los estructuralismos muestran que el ser se disuelve en relaciones rígidas de las que su apariencia emerge. Si no encontramos otro camino, filosofar equivale, pues, puramente a conversar. Se amplía el aroma de la superficialidad.

lunes, 26 de marzo de 2018

Idolatrar lo humano

Si el cristianismo es un humanismo se disolverá como un rostro dibujado sobre la arena de la playa (Foucault). Si el cristianismo se centra en lo humano, entonces, lo divino, lejos de remitir a lo absolutamente Otro, solo proyecta el futuro de lo humano (Feuerbach). Dios, entonces, salvaría a lo humano. Sin embargo, hay en el impulso humanista de la Fe, algo que no se somete a la antropología y descentra el “cogito ergo sum”; escandaliza a la razón ilustrada. La ausencia, la cruz, la derrota o la imagen de la tierra como un punto azul pálido en la inmensidad apuntan que la liberación no es de lo humano, sino de lo impensable humano y que la Ausencia (el rostro que se disuelve) acude también en rescate de los espacios vacíos. Aquino admite que sólo hablamos por analogía. Humanizar el cristianismo es idolatrar lo humano, el sendero de Pelagio.

martes, 27 de febrero de 2018

Ausencia en toda presencia

El cineasta filma la escena persiguiendo a sus personajes (Solé, 2016). Cuando la cámara deja de moverse, queda un escenario que refleja una ausencia. Una melodía ocupa el espacio del sonido; pero al irrumpir da significado al silencio subyacente. En sus pinturas, muchos personajes de Caravaggio miran hacia afuera; apuntan a una realidad que no cabe en nuestro marco. Levinas parece indicarnos con un impersonal “hay ser” el silencio de toda música, la ausencia de toda presencia y el desborde de todo marco. Caffarena contrapone enigma y misterio. Aquino sostiene una analogía que quizás el autor/a de “La nube del no saber” (S. XIV) estimaría insuficiente. Wittgenstein indica: “De lo que no se puede hablar es mejor callar” (“Tractatus…”, 1921). Levinas insiste en que es imposible conceptualizar el ser que hay. Apunta hacia el misterio del Otro.

lunes, 15 de enero de 2018

Conocimiento tomista

Para Tomás de Aquino el conocimiento es de la esencia de las cosas, no tanto de lo que cada cosa muestra. La imagen de cada cosa concreta se aprehende, pero si la conocemos es porque captamos su esencia, es el proceso por el que reconocemos la esencia a lo que llama conocimiento.  Así, la existencia –lo que cada cosa muestra- es posterior a la esencia de la cosa. Los existencialismos dan la vuelta a esta visión. En realidad, nuestro existir concreto precede a cualquier esencia de lo que somos. El hombre, masculino, no es una esencia que concreta en una existencia. Es una generalización a partir de la experiencia factual de un modo concreto de existir.  El estructuralismo le da otra vuelta: en realidad cada cosa concreta y su existir fáctico es el resultado de las relaciones estructurales y rígidas que se dan en nuestro mundo. ¿Volvemos a Tomás?

lunes, 8 de enero de 2018

Escuela de libertad

La cuestión de la libertad atraviesa la historia del filosofar. En el medievo se habla “de libero arbitrio”. T. Aquino lo defiende. Con la llegada del Renacimiento, Erasmo lo ignora. Nuestra libertad sería simple montura para el buen o el mal espíritu que luchan por el puesto). Es el mensaje de Lutero: el “solo gracia” excluye la libertad. Loyola, que observa los movimientos del buen y el mal espíritu, apunta que el saber usar de la propia libertad “salva el ánima”. De ahí la importancia de “no venir en soberbia”. En los 90 la foto del Voyager presenta un punto azul pálido (Sagan) y muestra la pequeñez de lo humano. Hace también evidente el empeño de una cadena histórica de almas capaces de poner una máquina fotográfica a millones de kilómetros de casa. Este aspecto de Loyola, su escuela de libertad, hace del renacentista un líder para hoy (Albistur).

miércoles, 3 de enero de 2018

Abandono

No disimula Agustín de Hipona la potencia de la muerte. Ni tampoco Tomás de Aquino. Kierkegaard se rebela contra esas imágenes que representan a la muerte con rostro de luz. Sartre sospecha que morimos antes de acabar nuestra tarea. El “ser-para-la-muerte” de Heidegger parece suponer que en ella, de algún modo, nos realizamos. Octavio Paz advierte: “Nuestra muerte ilumina nuestra vida”. De alguna mamnera, el modo de morir –como en Heidegger- pareciera dar sentido (¿salva? ¿justifica?) al modo en que hemos vivido. ¿Cambia todo la trascendencia? ¿Es la fe cristiana en la resurrección un morir menos? Xabier Zubiri afirma la contundencia de la muerte. Al morir, morimos. No es un mero tránsito. Es una acentuación del misterio. La fe afirma la resurrección, pero no niega el misterio. Teresita de Lisieux habla de abandono. El abandono es amigo de la duda.