lunes, 26 de marzo de 2018

Idolatrar lo humano

Si el cristianismo es un humanismo se disolverá como un rostro dibujado sobre la arena de la playa (Foucault). Si el cristianismo se centra en lo humano, entonces, lo divino, lejos de remitir a lo absolutamente Otro, solo proyecta el futuro de lo humano (Feuerbach). Dios, entonces, salvaría a lo humano. Sin embargo, hay en el impulso humanista de la Fe, algo que no se somete a la antropología y descentra el “cogito ergo sum”; escandaliza a la razón ilustrada. La ausencia, la cruz, la derrota o la imagen de la tierra como un punto azul pálido en la inmensidad apuntan que la liberación no es de lo humano, sino de lo impensable humano y que la Ausencia (el rostro que se disuelve) acude también en rescate de los espacios vacíos. Aquino admite que sólo hablamos por analogía. Humanizar el cristianismo es idolatrar lo humano, el sendero de Pelagio.

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