“Caminante, no hay camino, (...) sino estelas en la mar”, escribe Machado. Desde la sociología, Bauman, a
finales del siglo XX y comienzos del siglo XXI parece empeñado en mostrar las
consecuencias prácticas de tanta fluidez marina y líquida. Nada permanece, todo
fluye y los estados se muestran incapaces de garantizar con sus muros los
embates de las olas neoliberales. El mandato de la libertad (de los
nuestros/as) se impone sobre el de la seguridad. Se despide a una vecina de un
pueblo de Canarias que trabaja en servicios sociales como consecuencia de la
crisis que produce un vecino de un pueblo desconocido de EE.UU. que no paga su
hipoteca. Todo fluye y soñamos que levantando fronteras, muros, vallas y
aumentando las cuantías del derecho penal nos dotamos de una seguridad perdida.
Salimos a la calle y nos manifestamos.
jueves, 6 de septiembre de 2018
miércoles, 5 de septiembre de 2018
La cábala y la política
La cábala es una solución
espiritual a los cambios que debió afrontar el mundo judío con la llegada
agresiva de los Estados Nación de la modernidad. La cábala se sitúa en el
ámbito del mito, no de logos; de la espiritualidad, no de la praxis política.
De hecho, su conversión en movimiento político (ámbito del logos), en el
episodio de Shabbetai (1626-1676) acaba como un despropósito con consecuencias
dolorosas para muchísimas personas. La desmesurada inclusión del logos en el
mito, argumenta Armstrong (“Los orígenes del fundamentalismo…”), avanza hacia
una fe vacía de significado. La desmesurada inclusión del mitos en el logos
supone una realidad social y política desbocada, capaz de destruir a la
humanidad que no participa de dicha experiencia mítica. Lo han vivido muchos
años los propios judíos.
Malestar
Freud escribe (1930) “El
malestar en la cultura”. Entonces es la suya, la occidental. En 2010, Byung
Chul habla de “La sociedad del cansancio”. Ahora se trata de un modo
globalizado en el que la propia libertad es, no para ayudarse, sino para auto
explotarse. En perspectiva económica, Stiglitz publica, con el comienzo del
siglo (2002), “El malestar de la globalización”. Bauman cita a Freud para
explicar, en 1998, que nuestro malestar
tiene origen en la privatización de lo público, el modo en que hemos acertado a
garantizar nuestra libertad (pero no nuestra seguridad), en medio de un mundo
cada vez más global. Nuestra libertad, afirma, “desalienta la imaginación” y
nos hace impotentes ante los grandes problemas sociales. Privatizado todo, o
casi todo, solo saldremos a la calle para protestar por el pederasta de la
esquina.
martes, 4 de septiembre de 2018
Las tristezas del destierro
La modernidad acompaña a los sefardíes antes de la expulsión. Su formación y cultura supera a la de los
gentiles. Muestra, sin embargo, Armstrong ("Los orígenes...", 2010), que ese poder intelectual resulta
ineficaz para aliviar las tristezas del destierro. Están los intentos de los
judíos racionalistas, muchas veces crecidos de la imposibilidad de practicar la
fe –como sucedía con los marranos, para los que resulta incomprensible la
narrativa creyente heredada en la ausencia de ritos y prácticas-. El deísmo resultante
es insípido ante el dolor humano. El intento de Spinoza, excomulgado de la
Sinagoga, apunta hacia una espiritualidad diversa, panteísta… insuficiente para
los rabinos, excesiva para los laicismos. Los cambios actuales, el todo fluye, el
malestar de la globalización, ¿tienen respuesta poco eficaz en el
“aggiornamento” ilustrado de las iglesias? ¿Mejor una respuesta
fundamentalista?
lunes, 3 de septiembre de 2018
Vencedores y vencidos
Una concepción historicista
del cristianismo haría prescindible la fe: la capacidad predictiva de la
ciencia histórica mostraría la verdad o falsedad del mensaje cristiano (la
redención). ¿No es algo de ese modo de pensar lo que aparece en Hegel cuando
intenta mostrar toda la realidad y la realidad como un todo? La totalidad, la comprensión de la totalidad,
haría superflua la necesidad de fe. El
cristianismo (la historia del Dios encarnado y redentor) no parece considerar
el mundo como un drama pre-escrito por Dios. El discernimiento no consiste en
descubrir la facción que, finalmente, nos permitirá estar del lado de los
vencedores cuando culmine la historia. K. Barth señala: “Cristo padece. Por lo
tanto, no conquista. No triunfa. No tiene éxito… No consigue nada más que su
crucifixión”. Este hecho histórico es el que señala el sentido de la fe.
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