La modernidad acompaña a los sefardíes antes de la expulsión. Su formación y cultura supera a la de los
gentiles. Muestra, sin embargo, Armstrong ("Los orígenes...", 2010), que ese poder intelectual resulta
ineficaz para aliviar las tristezas del destierro. Están los intentos de los
judíos racionalistas, muchas veces crecidos de la imposibilidad de practicar la
fe –como sucedía con los marranos, para los que resulta incomprensible la
narrativa creyente heredada en la ausencia de ritos y prácticas-. El deísmo resultante
es insípido ante el dolor humano. El intento de Spinoza, excomulgado de la
Sinagoga, apunta hacia una espiritualidad diversa, panteísta… insuficiente para
los rabinos, excesiva para los laicismos. Los cambios actuales, el todo fluye, el
malestar de la globalización, ¿tienen respuesta poco eficaz en el
“aggiornamento” ilustrado de las iglesias? ¿Mejor una respuesta
fundamentalista?
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