Schmitt
es, durante años, jurista del nazismo (Lilla, “Pensadores temerarios”, 2001).
Tras la guerra, argumenta que quería civilizar a Hitler. Pero su obra es un
alegato antiliberal: pueblo, enemigos y decisión. En ese sentido, la
constitución es siempre un instrumento relativo, lo auténticamente importante
es la capacidad de decidir y enfrentar a los enemigos. Schmitt, y no sólo él,
cree que el liberalismo teme más a sus decisiones que a sus enemigos. Schmitt
sería un teólogo político que tiene un absoluto previo a la constitución. Pero,
su pensamiento político se aleja totalmente de la idea de bien común, central
en la doctrina católica; su Dios llama a la batalla contra los enemigos; lejos
del nazareno. A izquierda y derecha, el decisionismo de Schmitt cautiva a los
críticos del liberalismo. Schmitt se hizo nazi. Pero podía haber sido
stalinista.
viernes, 6 de abril de 2018
miércoles, 4 de abril de 2018
Jaspers / Heidegger / Arendt
Cuando
muere, H. Arendt sigue enamorada de Heidegger (“Pensadores temerarios”, Lilla,
2001). El encuentro comienza con un
amigo común: K. Jaspers. Cuando Heidegger abraza el nazismo y accede a rector
de Friburgo, Jaspers no cabe en sí de asombro y se inculpa: no fue capaz de
evitar que su amigo cometiera tal error. Arendt, judía ella misma, queda
transtornada ante el giro de un hombre del que está enamorada. Elzbieta
Ettinger (1996), al leer la correspondencia (limitada) de Arendt a Heidegger,
interpreta esta relación de forma patológica: un depredador que engancha a una
ingenua. Arendt acaba trazando una línea entre filosofía (admirable en
Heidegger) y política (incomprensible para ella). Jaspers, sin embargo,
interpreta que en la filosofía de Heidegger late una pasión irracional que lo
llevó a apoyar al tirano.
martes, 3 de abril de 2018
Retorno a la tribu
Se puede
interpretar el Génesis como la proyección del sueño humano hacia los orígenes;
también sus males: ve en el fin del paraíso primigenio el dolor del presente.
La actual mirada hacia el pasado, la retrotopía (Bauman, 2017), focaliza
nuestro deseo hacia un ideal del pasado. La apertura porosa de los estados
provoca que el vecindario se comporte como un mini estado: homogeneizar,
controlar y proteger. La vuelta a la tribu (que quizás nunca existió) da mayor
control y homogeneidad y marca una diferencia entre nuestra gente y el resto
que tranquiliza conciencias y resucita fantasmas en otras. "A medida que
la esperanza de progreso desaparece, la herencia nos trae consuelo“, dice
Bauman. Como renunciamos a que el futuro se construya por toda la humanidad, tratamos
de construirlo acudiendo a la memoria idealizada de nuestra tribu o nación.
La privatización de los sueños
La utopía de una sociedad mejor por la que luchar deja paso en el tiempo presente a la utopía personal de progreso. Se trata de la privatización de los sueños. No aspira a cambiar las condiciones humanas, sino al éxito personal o, a lo más, al del propio grupo, en el mundo desigual. Entre las causas de esta mutación está el fracaso de los estados nación en su gestión de la globalización. El estado protector no protege. Se rinde ante el poder real y entrega la política a la empresa que la disuelve o, en todo caso, la reduce al espacio local. Con el tiempo, comprobamos que la libertad y la competencia suponen para una gran mayoría el fracaso de las mejoras personales. Bauman señala que todo esto produce, finalmente, la emergencia de las retrotopías. Se nos cuela el deseo de recuperar un pasado adornado por virtudes añadidas por la nostalgia.
lunes, 2 de abril de 2018
Añoranzas
“Cualquiera tiempo pasado fue mejor”, nos dice Jorge Manrique al apuntar el Renacimiento. Otto Rank, seguidor de Freud, entendía que buena parte de nuestra dinámica psicológica se explica por el deseo de volver al vientre materno para superar así el trauma del nacimiento. Afirma Bauman (“Retrotopía”, 2017) que vivimos una epidemia de nostalgia. Ante el pesimismo del futuro que viene (el 80% de la población francesa piensa que sus hijas e hijos vivirán peor que ellos), añoramos el retorno a un sueño que, en realidad, nunca existió. En política, esa pulsión, con frecuencia, deviene en nacionalismo: el retorno a una utopía comunitaria puesta en los orígenes de nuestra identidad nacional. Ese aire habita también otras experiencias comunitarias, como las religiosas, donde los tiempos de cambio levantan también añoranzas.
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