Schmitt
es, durante años, jurista del nazismo (Lilla, “Pensadores temerarios”, 2001).
Tras la guerra, argumenta que quería civilizar a Hitler. Pero su obra es un
alegato antiliberal: pueblo, enemigos y decisión. En ese sentido, la
constitución es siempre un instrumento relativo, lo auténticamente importante
es la capacidad de decidir y enfrentar a los enemigos. Schmitt, y no sólo él,
cree que el liberalismo teme más a sus decisiones que a sus enemigos. Schmitt
sería un teólogo político que tiene un absoluto previo a la constitución. Pero,
su pensamiento político se aleja totalmente de la idea de bien común, central
en la doctrina católica; su Dios llama a la batalla contra los enemigos; lejos
del nazareno. A izquierda y derecha, el decisionismo de Schmitt cautiva a los
críticos del liberalismo. Schmitt se hizo nazi. Pero podía haber sido
stalinista.
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