jueves, 28 de junio de 2018

Persona, individuo, consumidor, sujeto

Buena parte de la crítica a la propuesta de la modernidad se centra en que da la primacía al ser humano y a este como sujeto: el “cogito” cartesiano hace depender el acceso a la realidad de la propia subjetividad. Desde la subjetividad a las ideas y desde las ideas al idealismo. La reacción positivista y neopositivista coloca en el centro las cosas, su medida y su formulación. Marx mete la idea en la historia: la historia se despliega en crisis sucesivas hacia un modelo ideal de sociedad, de humanidad. El liberalismo (neoliberalismo) deja indefensa a la persona más débil quizás porque es sólo consumidor/a. Mounier, que ve el desplome de la codicia posesiva en el 29, será testigo de los campos de exterminio y de la guerra supremacista. Insiste: solo si consideramos a la persona y le damos primacía, evitaremos tanto dolor.

miércoles, 27 de junio de 2018

El primado de la persona y la crisis

Frente a la filosofía de las cosas (neopositivismo) y la filosofía de las ideas (idealismo y su derivación lingüística), E. Mounier propone el personalismo. Se dedica a hacer filosofía tras la crisis del año 29: “…el crac del 29 le hizo pensar que la crisis económica que estaba sufriendo Occidente enmascaraba una crisis espiritual y se puso manos a la obra” (Goñi, “Las narices de los filósofos”, 2008).  Quiere mantener el primado de la persona porque si somos solo individuos o consumidores o elementos de una organización social, política o económica, somos prescindibles y nuestra dignidad queda por detrás. La crisis de 2008, que se prolonga hasta la actualidad, también es una crisis espiritual. Nuestra primera reacción fue afirmar: más sociedad, más formación. Sin embargo, nuestra respuesta es desregular la protección y levantar barreras. 

lunes, 25 de junio de 2018

Acción comunicativa

Para Habermas, la razón estratégica invade el mundo de la vida (Goñi, “Las narices de los filósofos”, 2008). El sistema cosifica a las personas y deteriora su comunicación, que solo es si es voluntad de darse a entender.  La razón es razón comunicativa y, para Habermas, su potencia se da al generar esa red que trasciende mi propia percepción hacia la intersubjetividad. Se aleja del pensamiento débil que culpa a la razón del mal del siglo. Tampoco sonríe a los neopositivistas que reducen el conocimiento al interés técnico. Apuesta, como lo hace Apel, por una ética de consensos –del lenguaje, de la comunicación-, con contenidos minimalistas: los derechos humanos. No hay ingenuidad en Habermas, sabe bien que la razón se extravía y que la lengua miente. Añoro, sin embargo, lo que es de suyo aunque necesitemos palabras para expresar lo que da de sí.

domingo, 24 de junio de 2018

Mayor necesidad

Entre los criterios para selección de ministerios (Loyola, “Constituciones”, 1550) aparece el de mayor necesidad. La mera contemplación de la realidad (líquida, cambiante) exige una respuesta líquida: la adecuación. De ese modo, escamoteamos el criterio. Nos engañamos. Para evitar el engaño, miramos la realidad como pecado. La densidad del pecado (“venir en superbia”, Loyola) impide la mirada líquida y requiere la conversión: sostener la mirada a una posibilidad siempre más amplia. Requiere el todo y sin el todo no se contenta (angustia en Kierkegaard). Loyola invita a contemplar al Dios que trabaja en las cosas, pura donación gratuita, que es nuestra experiencia cotidiana: todo es don. En la comunión con el absolutamente Otro, podemos en todo (y no en parte) amar y servir. La mayor necesidad emerge con la rotundidad y densidad del pecado.