Para empezar, el discurso de Enkvist (“La buena y la mala educación”, 2011) tiene un propósito: subrayar que la educación exige esfuerzo por parte de todas las personas implicadas, sobre todo por parte del alumnado. De este modo, quiere combatir lo que denomina “nueva pedagogía”. A su juicio, provoca el declive de muchos de los sistemas educativos occidentales: aquel que promueve una “educación divertida”. Observa que ese modelo (que a su juicio fracasa) prefiere el juego y el trabajo en grupo que, pretendidamente, señalan el camino para aprender a aprender. Advierte que ese modo de hacer irresponsabiliza a los agentes educativos: ni el alumnado, ni el profesorado, ni la administración se sienten señalados por la pobreza de los resultados educativos: peor nivel competencial y peor capacidad de convivencia. Aunque, claro está, la capacidad de buena inversión mejora el sistema educativo, Enkvist asegura que no toda inversión mayor es mejor inversión. Importa mucho en qué modelo educativo se invierte.
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