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martes, 11 de junio de 2019

Autoayuda y menos

“Alabar, hacer reverencia y servir” señala Loyola en el siglo XVI como sentido de la existencia humana. Es un éxodo de nuestro “propio amor, querer e interés”. Propone todo un itinerario para afrontar este destino (los Ejercicios Espirituales) que, son así, una escuela de libertad; aprenderemos a desengancharnos de todo lo que nos impide el camino de la gratuidad, el respeto y la disponibilidad. Aprenderemos a afectarnos por quien nos invita a caminar con Él y como Él en una causa de justifica y amor: reconciliar a la humanidad con ella misma, con la creación entera y con Dios. Aparece muy lejos de los manuales de “autoayuda” donde toda la estrategia parece centrarse en el individuo, no en la comunidad, y en sus potencialidades limitadas por la sociedad en la que vive. La “autoayuda” trastoca el éxodo en ensimismamiento. Lejos del reconocimiento de los propios límites y la necesidad de las demás personas, la autoayuda invita a la propia plenitud sin los demás: no siempre una mente plena es ayuda.

martes, 21 de mayo de 2019

Entender, desear, elegir


El maestro de Loyola nos dejó el librito de los Ejercicios Espirituales. Kolvenbach, que fuera superior general de los jesuitas, indica que se buscan tres fines: iluminar nuestro entendimiento, inspirar nuestro deseo, provocar nuestra libertad (citado por Pablo Guerrero, “Convertirse es ser atraído”, 2019). Esta finalidad sólo es posible si se entiende atravesada de una esperanza contracultural: somos capaces de conocer, de orientar nuestros deseos, de elegir en libertad. Contracultural puesto que mucho de lo que vivimos confunde conocer con computar, desear con estar enganchado y libertad con apariencia. Han pasado cuatro siglos desde que Loyola viviera su experiencia, la plasmara en un librito y lo diera a sus compañeros. Nos podemos acercar a aquel texto como quien hace arqueología o filología, pero también cabe escuchar ese deseo de libertad, de encontrar un sentido a nuestras elecciones y búsquedas y emprender el camino. Se llama “ejercicios” porque es un “ejercitarse”. La experiencia está en la vida. Pero para estar en la cancha, en plena competición, necesitamos mucho entrenamiento.

martes, 1 de mayo de 2018

Amor es éxodo

Al proponer la Pascua cristiana, Loyola (“Ejercicios Espirituales, nº 221”) invita a pedir (no está en mi mano, no soy dueño de la experiencia) “para me alegrar y gozar intensamente de tanta gloria y gozo de Cristo nuestro Señor”. La alegría es propia, pero es un reconocimiento de Otro y su alegría. No es el gozo que proviene del éxito por el resultado de lo conseguido con los propios esfuerzos.  Esta capacidad de alegrarnos así completa la capacidad idéntica de dolernos con el dolor de quien sufre, sin sustituirle, sin usurpar su lugar; sin poner en mi experiencia o a mi vivencia, en mi ego, por tanto, criterio alguno de valor. El amor refiere así a Otro, a sus penas y también a su alegría. El amor exige así un éxodo del propio ego, su querer, su interés. Nuestra cultura, que realza el valor de lo experiencia en cuanto experimentada, no apunta hacia el amor.

lunes, 1 de enero de 2018

El cementerio

En noviembre muchas personas acuden al cementerio. De un modo u otro, acudimos al cementerio y nos disolvemos en cenizas. Para Heidegger se trata de un hecho decisivo que nos define: somos ser para la muerte; somos proyecto que se topa con la muerte; desde el mismo comienzo de nuestra vida ya estamos a disposición de la muerte. ¿Es la muerte la frustración de todo proyecto humano? Quizás la muerte es más bien la medida de todo proyecto humano. Invita Loyola, en sus Ejercicios Espirituales, a escenificar ese instante final a la hora de validar nuestras decisiones. Heidegger propone no mirar la muerte como la estación final, sino como un hecho que ya está aconteciendo. Es probable que nuestra cultura se desdiga de esa mirada: O es parte del paisaje, menos subversivo, más dormido, o nos hiere cuando se hace acontecimiento.

miércoles, 13 de diciembre de 2017

No el mucho saber

En el “Diccionario de Espiritualidad” (2007), Adolfo Chércoles propone la voz “Conocimiento interno”. Se trata de un concepto que aparece en los Ejercicios Espirituales de Loyola con algunas características. Para empezar, es el resultado de una petición (reconoce los límites) pero encomienda una tarea (contemplar, repetir, pasar los sentidos). La tarea se encamina a superar la curiosidad inicial para internalizar el conocimiento hasta hacerlo verdaderamente disponible. De este modo, el conocimiento interno no es un sentimiento, pero tampoco una pura construcción intelectual. Apunta a la estructura de la propia sensibilidad –en espiritualidad cristiana, al seguimiento del modo de conocer del Cristo-. Se sintetiza en aquella frase de Loyola: “No el mucho saber harta y satisface el ánima, sino el sentir y gustar de las cosas internamente”. 

martes, 12 de diciembre de 2017

Encuentro

Patrimonio
Espiritualidad no es intimismo. Ciertamente, Schileebeeckx introduce “Cristo y los cristianos” (1979) señalando que todo comenzó con un encuentro personal. Pero tras la reunión, son enviados. En los Ejercicios Espirituales, Loyola propone que se pida “conocimiento interno” del Cristo, pero a continuación señala que ese conocimiento tiene que ver con una praxis que debe traducir el amor “más a las obras que a las palabras”. Será por eso por lo que Jerónimo Nadal SJ, jesuita de primera generación, en pleno renacimiento, sintetizará la propuesta de la naciente Compañía en un slogan somero: “Contemplativos en la acción”. La contemplación, necesaria para eludir la banalidad de los tiempos, no deviene ni en esteticismo ni en terapéutica autoayuda, sino que, por el contrario lanza a la vida concreta en la que se toman decisiones y se obtienen resultados.