“Alabar, hacer reverencia y servir” señala Loyola en el siglo XVI como sentido de la existencia humana. Es un éxodo de nuestro “propio amor, querer e interés”. Propone todo un itinerario para afrontar este destino (los Ejercicios Espirituales) que, son así, una escuela de libertad; aprenderemos a desengancharnos de todo lo que nos impide el camino de la gratuidad, el respeto y la disponibilidad. Aprenderemos a afectarnos por quien nos invita a caminar con Él y como Él en una causa de justifica y amor: reconciliar a la humanidad con ella misma, con la creación entera y con Dios. Aparece muy lejos de los manuales de “autoayuda” donde toda la estrategia parece centrarse en el individuo, no en la comunidad, y en sus potencialidades limitadas por la sociedad en la que vive. La “autoayuda” trastoca el éxodo en ensimismamiento. Lejos del reconocimiento de los propios límites y la necesidad de las demás personas, la autoayuda invita a la propia plenitud sin los demás: no siempre una mente plena es ayuda.
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