Nos hacemos
cargo de una realidad plural. Utiliza la vieja expresión de Popper, “sociedad
abierta”, Giovanni Sartori (“La sociedad multiétnica”, año 2000) para
preguntar: “¿Hasta qué punto una sociedad debe ser “abierta”? Para Popper,
sociedad abierta es, en realidad, sociedad liberal y, por tanto, una sociedad
capaz de integrar incluso a quienes
desearían “cerrarla”. Una sociedad totalmente abierta, ¿es una sociedad
multicultural? Sartori traza un camino: “…desde la intolerancia a la
tolerancia, de la tolerancia al respeto al disenso y después, mediante ese
respeto, a creer en el valor de la diversidad”. Pero el propio Sartori
advierte: un pluralismo que sea mera expresión de la competencia de los grupos
de interés pierde toda su nobleza y quedamos de nuevo “al viento que suena bien
pero significa poco”. Volvemos a
“evaporar” un concepto.
jueves, 1 de febrero de 2018
miércoles, 31 de enero de 2018
El retorno de un encargo: la realidad
Postmodernidad es, en buena medida, adiós a la
“Verdad”. Esta despedida tiene su itinerario. Descartes introduce la duda sobre
el mundo exterior y afirma sólo a partir de lo que se vive subjetivamente
(Cogito ergo sum). Con la Ilustración se entroniza la Razón y se camina hacia
la muerte de Dios (con mayúsculas). El siglo XX saborea los monstruos y
proclama el final de la metafísica (la realidad es quien la pastorea). Desde
entonces, el pensamiento es débil y los fundamentos líquidos (o gaseosos). Con
Rorty hemos pasado del razonamiento a la “mera” conversación. ¿Se puede afirmar
que con el tercer milenio entramos en la post -
post modernidad? ¿Sería acaso el retorno a los hechos fehacientes (Sokal
y Bricmont)? Parece posible y es necesario recuperar la hoja de ruta de
Ellacuría S.J.: “Hacerse cargo, cargar y encargarse de la realidad”.
martes, 30 de enero de 2018
La reivindicación de los hechos
En artículo
en El País, en febrero de 2012, Duch y Chillón anuncian la crisis de la
postmodernidad. Se acercan a Sokal y Bricmont que, más de una década antes, ven
ya signos de debilidad en el entramado del “pensamiento débil”. La
reivindicación epistemológica de los hechos y de su relevancia frente a las
ilusiones subjetivas aparece como punta de lanza contra el relativismo postmoderno.
Para Duch y Chillón, es el momento de recuperar los discursos emancipadores
(desde el cristianismo a la política) capaces de afrontar el capitalismo
hedonista, rey del descarte. Es probable que los primeros efectos de la crisis
de las “subprime” empuje a los autores del artículo de El País a esa
convicción: el final de la distopía postmoderna en que la falta de fundamentos
éticos ha promovido el consumo desbocado e insolidario.
lunes, 29 de enero de 2018
Crítica a la postmodernidad
Los textos postmodernos son brillantes. Con autores de origen diverso (la teología o las ciencias físicas), en ocasiones esos textos carecen de rigor y alientan el relativismo epistemológico. Para filósofos de la metafísica –que algo podemos decir sobre lo que es de suyo real- y para científicos que elaboran sus teorías desde la experiencia y la formalización matemática, los escritos de la postmodernidad parecen pasar superficialmente y a gran velocidad por lo que se ha elaborado con mucho esfuerzo y rigor. Sokal y Bricmont (“Imposturas intelectuales”, 1997) dicen que es necesario un diálogo “basado en nociones de lo real”. Lo formulan así: “Hemos defendido la idea de que existe algo que llamamos datos fehacientes y que los hechos cuentan”. ¡Qué contraste con el “Adios a la Verdad” de Battimo! ¡Qué cerca de MacMillan, en su “Usos y abusos de la historia”! (2009).
domingo, 28 de enero de 2018
El rey está desnudo
El profesor
A. Tornos (Antropología filosófica, Universidad P. Comillas) confesaba que
cuando leía a Lacan entendía el diez por ciento. Con humor: sólo entendería los
artículos y las preposiciones. “Imposturas intelectuales” aparece en 1997 de la
mano de Sokal y Bricmont. Su empeño fundamental es decirnos que el rey está
desnudo. Se refieren a un grupo de intelectuales del post estructuralismo (ahí
meterían a Lacan) que serían capaces de decir nada con conceptos
incomprensibles, justificaciones traídas por los pelos de otras disciplinas y
con una sofisticación y erudición notables. Lacan, a su juicio, haría eso con
el lenguaje de la “topología”, que trataría de usar para explicar su
psicoanálisis. Cabe preguntar si esos recursos son deshonestos intelectualmente o sencillamente
un esfuerzo limitado por explicar una visión nueva de la realidad.
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