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Dyson (“El científico…”, 2006) la publicación de “Armagedón” (Max Hastings): un
mosaico sobre el último año de la II Guerra Mundial. Aparece los relatos de
estrategas (una guerra con bajas y logros) y la de combatientes y civiles
(dolor, rabia, pena, muerte, sangre, pérdida). Dos visiones que complementan
qué arrojan cuatro lecciones de la II Guerra Mundial: a) la importancia de
convención de Ginebra para atenuar el dolor de la ignominia; b) el militarismo
de la cultura alemana de la época (que se contagia por toda Europa); c) la
importancia de las relaciones internacionales para equilibrar las decisiones de
dolor; d) la ambigüedad moral de toda guerra, se comenten crímenes aunque sea
por causa justa. Glorificar el liderazgo militar frente al civil y considerar que
todo vale con tal de ganar llevan al mayor conflicto de todos los tiempos.
miércoles, 24 de octubre de 2018
martes, 23 de octubre de 2018
La utilidad de la ciencia
Feyerabend
elabora un pensar sobre la ciencia como contra-inducción. No se da nada por
supuesto y se formulan hipótesis inverosímiles para promover búsquedas que no
se harían desde las explicaciones más racionales. En 2006, Dyson publica “El
científico rebelde”: la ciencia avanza por rebelión, no por evolución. Se
rebela, en ocasiones, contra el estatus social. En otras ocasiones, contra el
estamento científico. La rebelión contra el estatus social no abandona la
responsabilidad o la ética. Sin la ética, la ciencia ni da de sí todo lo que
puede dar (respuestas buenas a problemas humanos) ni se frena ante las
tecnologías de la muerte. Cita a Hardy:
“Se dice que una ciencia es útil si su desarrollo tiende a acentuar las
desigualdades existentes en la distribución de la riqueza o si promueve una
forma más directa la destrucción de la vida humana”.
domingo, 21 de octubre de 2018
Aporofobia
Es un
neologismo y da nombre al miedo a los pobres: Aporofobia. La puso en
circulación Adela Cortina. Fue palabra del año (Fundeu 2017). En nombre de la
protección de nuestro espacio europeo y de la identidad que supuestamente nos
arrebatan los extranjeros, la UE y sus sociedades no están a la altura de las
personas refugiadas. Nos defendemos de ellas y con tales medios, que el
balance es desolador: muros y alambradas en nuestras fronteras, países que no
respetan las decisiones de la Comisión Europea, desconfianza entre los socios,
crecimiento de las mafias y cadáveres. Los odios y sus miedos son malos
consejeros a la hora de ponernos en marcha. Ojalá cambiemos las fobias en
filias, y, como una sociedad que cree en la humanidad, nos pasemos a la
aporofilia, es decir, al amor a quienes más necesidades tienen.
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