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lunes, 8 de octubre de 2018

Infierno

Nacemos y vivimos en un mundo dado y somos diferentes a la piedra (resiste), al objeto (consiste), al animal (subsiste). Sartre entiende que sólo el ser humano ex-siste: tiene conciencia de su ser (Goñi, “Las narices…”, 2008. Satre permanece fiel a su libertad desfondada (Sloterdijk, “Temperamentos…”, 2010).  Asegura que la ausencia de Dios nos hace libres: nadie ha trazado un plan para nuestra vida. Imagina, eso sí, a ese Dios como un arquitecto en su estudio o un artesano en su taller. La gracia y la libertad, equilibrio buscado en otros pensamientos, se descompensa a favor de esta última y la persona, en vez de creada en gracia (el mundo dado y nuestras cualidades) es arrojada al mundo. La angustia emerge: en realidad, en nuestra conciencia hay un agujero con forma de Dios. No lo pueden ocupar los otros que son, para Sartre, el infierno.

lunes, 8 de enero de 2018

Escuela de libertad

La cuestión de la libertad atraviesa la historia del filosofar. En el medievo se habla “de libero arbitrio”. T. Aquino lo defiende. Con la llegada del Renacimiento, Erasmo lo ignora. Nuestra libertad sería simple montura para el buen o el mal espíritu que luchan por el puesto). Es el mensaje de Lutero: el “solo gracia” excluye la libertad. Loyola, que observa los movimientos del buen y el mal espíritu, apunta que el saber usar de la propia libertad “salva el ánima”. De ahí la importancia de “no venir en soberbia”. En los 90 la foto del Voyager presenta un punto azul pálido (Sagan) y muestra la pequeñez de lo humano. Hace también evidente el empeño de una cadena histórica de almas capaces de poner una máquina fotográfica a millones de kilómetros de casa. Este aspecto de Loyola, su escuela de libertad, hace del renacentista un líder para hoy (Albistur).

domingo, 10 de diciembre de 2017

Todo cambia

Noche en Cáceres
En nuestra propia historia cambiamos. Cambian sentimientos y afectos, de modo fluctuante y poco controlable. Cambian nuestras opiniones políticas y nuestras convicciones religiosas. Cambia también nuestro modo de mirar y ver, de juzgar a otras personas. Toda esa capacidad de cambio es una energía profundamente humana que nos ha ayudado a sobrevivir como especie y nos permite adecuarnos como personas ante las condiciones cambiantes de la realidad. Ese cambio, por supuesto, lo podemos trabajar. Si no lo elaboramos, se convierte en “vida líquida” (Bauman), en ocasión para los piratas (Innerarity) o en fanatismo totalitario (Arendt).  Sartre afirma que no tenemos excusa: somos responsables. Pero es cierto que en la vida observamos como casi todo, incluso lo que resulta del esfuerzo, se recibe como don (gratuidad).