“Panta rei” (todo se mueve) afirma Heráclito y Machado, a
comienzos del siglo XX lo poetiza: “…se hace camino al andar y, al volver la
vista atrás, se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar”. Más tarde, León
Felipe le da otro tono: “…pasar por todo una vez, una vez sólo y ligero,
siempre ligero”. Foucault culmina la pérdida de suelo incluso de nuestras más
grandes palabras al afirmar que el ser humano se disolverá como lo hace un
rostro dibujado en la arena de una playa. “El mundo comenzó sin el hombre y
acabará sin él”, dice Levy-Strauss anticipando al autor de “Las palabras y las
cosas”. Colabora Derridá con su deconstrucción (de la que, quizás por
concesión, quiere liberar a la “justicia”). Rorty, no sin cierta ironía, señala
la contingencia del yo y propone entender la filosofía como conversación (el
mundo de la opinión).
sábado, 25 de agosto de 2018
Panta rei
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jueves, 23 de agosto de 2018
Fundamentalismo y modernidad
En El País (5-X-2011), al presentar el coloquio sobre el
pensar político de Milosz, se cita a Azar Nafisi: “El fundamentalismo ha
secuestrado a la religión”. Así, la religión no es por sí fundamentalista, ni
el fundamentalismo es por sí religioso. Indaga en los orígenes de la
modernidad, Armstrong, para mostrar la raíz del fundamentalismo: es una
reacción moderna frente a lo moderno. Su primer capítulo, sobre la modernidad
judía, muestra que, aunque anticipan la modernidad, los judíos sufren “la experiencia
dolorosa con la sociedad agresivamente modernizadora de Europa”. La crisis del
judaísmo tradicional los lleva desde el laicismo al pluralismo… y a la
privatización de la fe. Sin embargo, la mayoría judía evolucionó y se mostró
capaz de “dar con nuevas soluciones, algunas de las cuales parecían
escandalosas en la búsqueda de algo nuevo”. ¿No nos refleja?
Sin filosofía en el medievo
De Platón a Foucault va “Temperamentos filosóficos”. Tras
los dos clásicos griegos, aborda a Agustín. Después: el Renacimiento. Nada por
medio. Todo lo pensado durante la Edad Media, que venera a Aristóteles (“el
filósofo”), no es temperamento filosófico –para Sloterdijk-. Para el autor de
“Temperamentos filosóficos”, el de Hipona degrada el amor como recuerdo de lo
bello y lo bueno (Platón) al ver un humano mancillado por herida incurable. No
hay ascenso mediante el pensar hacia la Verdad/Bondad. Queda la gracia
otorgada. Concluye que la razón agustiniana conduce “a la catástrofe cristiana
de la filosofía”. Si Dios está por medio, ya no hay filosofía y el amor no
salva. El esfuerzo del pensamiento sólo es filosofía si prescinde del intento
de tematizar la trascendencia. Catástrofe es la añoranza de lo absolutamente
Otro.
martes, 21 de agosto de 2018
Los sefardíes
Los
sefardíes son expulsados tras la caída de Granada. En “Los orígenes del
fundamentalismo…” (2010) Armstrong mantiene: se trata del impulso modernizador
de la creación de los estados nacionales (en este caso, España). No es un hecho
típicamente español: “Habían sido deportados de Viena y de Linz, en 1421; de
Colonia, en 1424; de Augsburgo, en 1439; de Baviera, en 1442, y de las ciudades
de la corona de Moravia, en 1454. En Italia…” (y sigue). La expulsión sefardí
es un paso en la avanzada de la modernidad. Nace un nuevo misticismo judío, en
Galilea, con Isaac Luria (1534-1572), como reacción pronta al conflicto entre
la religión heredada y la modernidad (que los destierra). Y se profundiza con
los siglos. El cambio legítimo de la espiritualidad ante los cambios modernos
es una respuesta moderna. ¿Cuándo apunta hacia el fundamentalismo?
lunes, 20 de agosto de 2018
Historicismo
Popper llama “historicismo” a la historia al modo de una
ciencia de la predicción: la pretensión del materialismo histórico de juzgar la
sociedad como un proceso que tiene una meta (el paraíso socialista) es un
historicismo. Algunas personas pretenden interpretar el cristianismo como un
historicismo: juzgan la historia de estos dos mil años como un camino legible
de realización del Reino de Dios. El problema es doble: eso significa que
creemos posible una mirada a la historia total para determinar su sentido y, en
segundo lugar, supone creer que el éxito o el fracaso de determinados proyectos
históricos avala la idea de redención cristiana. Eso choca con que el Cristo,
su fundador, no triunfó personalmente y, además, defendió que lo que sucedía a
cualquiera de los menos significativos para la sociedad era, sin embargo, muy
significativo para el Reino.
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