Sokal, en “Imposturas intelectuales” (1997) señala la debilidad argumental y de rigor de la postmodernidad: argumentos que importan términos de otras formas de saber y los usan fuera de contexto, incoherente y con polisemia. MacMillan, doce años después, en “Usos y abusos de la historia”, nos muestra cómo la ausencia de rigor es instrumento para manipular: reinventar la historia para justificar las opciones del presente. Mark Lilla, en “Pensadores temerarios”, dibuja el panorama entre ingenuo y prepotente, pero siempre i-responsable, de filósofos que, en el siglo XX europeo, han apoyado formas tiránicas de gobierno mientras arremetían contra los liberalismos y sus desequilibrios. Es la “seducción de Siracusa”: el intento de Platón para guiar al tirano Dionisos hacia la filosofía. Desde entonces, filosofía y política se desencuentran.
viernes, 13 de abril de 2018
miércoles, 11 de abril de 2018
Deconstrucción
“Deconstrucción”
es la palabra que nos pone en la pista de Derrida. Se la puede tratar como la
siguiente evolución del método estructuralista: primero, el análisis de las
estructuras rígidas subyacentes a las culturas; segundo, la genealogía de las
ciencias humanas y su objeto de investigación (“el hombre”); ahora el
vaciamiento de todo concepto al de-construirlo y mostrar los intereses que lo
pusieron en el diccionario. Así emerge el sentido político de Derrida: la distinción
entre bien y mal se deshilacha en lo lingüístico y queda supeditada a la
emoción y la decisión. Mediante la deconstrucción se hacen porosos la
democracia, el humanismo, la libertad. Pone un entreparéntesis Derrida con la
justicia: se mantendría como intuición primigenia más allá de sus formulaciones
históricas. ¿Una pretensión mística o una necesidad arbitraria?
martes, 10 de abril de 2018
Tristes trópicos
En 1956,
en “Tristes trópicos”, Levi-Strauss, que traduce el método del estructuralismo
lingüístico al análisis cultural, deja escrito: “El mundo comenzó sin el hombre
y acabará sin él”. Es como un cierre lapidario para el existencialismo
comprometido de J.P. Sartre, que una década antes proclama: “El existencialismo
es un humanismo”. El compromiso comunista de Sartre choca con la primavera de
Praga y el terror staliniano. Levi-Strauss no cree que la historia avance,
tampoco piensa que la lucha de clases tenga un papel decisivo en el progreso
humano. Foucault, desde un estructuralismo epistemológico, contempla la
política como oportunidad para transgresión y enfrentamiento. Declina el
existencialismo y se hace hueco para un pensamiento que deconstruye
instituciones y valores sin necesidad de afirmar opciones: amanece lo
postmoderno.
lunes, 9 de abril de 2018
Arqueología del saber
Foucault es el autor de “Las palabras y las cosas” (1966) y
de “La arqueología del saber” (1969). La última explica el método de su obra
anterior: analiza el proceso de construcción de un “objeto” de una “ciencia”
(psiquiatría, medicina o, en su obra del 66, ciencias humanas). Parece poner en
paralelo aparición de la ciencia con construcción de su objeto. Así, las
ciencias humanas aparecen en el siglo XIX y el concepto de “hombre” es
coetáneo. La enfermedad es construcción cultural. Hereda la mirada
estructuralista, en la que se contraponen opuestos, para mostrar la estructura
rígida que subyace. Lilla, en
“Pensadores temerarios”, sostiene que Foucault pareció incapaz de distinguir
entre el hecho biológico del SIDA y la construcción social que lo envuelve. Su
pensar y su vivir habitan junto a experiencias fronterizas. ¿En qué sentido su
morir da significado a su pensar?
domingo, 8 de abril de 2018
Teología y política
Benjamín
sólo critica a Stalin tras el pacto con Hitler (Lilla, en “Pensadores
temerarios”). Su marxismo es, para su
amigo Scholem, la historia de un “teólogo extraviado en el reino de lo
profano”. Benjamín piensa desde la teología y la literatura. Su crítica
literaria es la visión de la verdad que sería inaprensible incluso para el
creador literario. ¿Encuentra en el materialismo un texto literario que
comentar? Lo cierto es que el socialismo real no resiste su mirada; ni tampoco
los marxistas (Brecht) entienden su trabajo: sigue haciendo teología. Para el
teólogo Scholem, Benjamín trata de unir teología y política: el marxismo
necesita la teología para desechar la fe en el progreso científico y abrir
“cada segundo de tiempo” al lugar por el que entra el Mesías. ¿Estaba convencido de que la pretensión
teológica de salvación se puede acelerar mediante la acción política?
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