En 1956,
en “Tristes trópicos”, Levi-Strauss, que traduce el método del estructuralismo
lingüístico al análisis cultural, deja escrito: “El mundo comenzó sin el hombre
y acabará sin él”. Es como un cierre lapidario para el existencialismo
comprometido de J.P. Sartre, que una década antes proclama: “El existencialismo
es un humanismo”. El compromiso comunista de Sartre choca con la primavera de
Praga y el terror staliniano. Levi-Strauss no cree que la historia avance,
tampoco piensa que la lucha de clases tenga un papel decisivo en el progreso
humano. Foucault, desde un estructuralismo epistemológico, contempla la
política como oportunidad para transgresión y enfrentamiento. Declina el
existencialismo y se hace hueco para un pensamiento que deconstruye
instituciones y valores sin necesidad de afirmar opciones: amanece lo
postmoderno.
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