jueves, 9 de agosto de 2018

Las enfermedades matan


La arqueología de la locura y de la enfermedad son el motor que dinamiza el pensamiento del autor de “Las palabras y las cosas” (Foucault). Recoge su camino Derrida que parece empeñado en deconstruir los valores quizás en la convicción de que esa deconstrucción muestre algo más que el hecho de que nuestros valores son construidos. Acontece, sin embargo, que la pregunta importante no es por el método, sino por el resultado: el lenguaje deconstruido no es importante por haber sido construido, sino por ser útil para la comunicación. Deconstruir la valoración de la ciencia médica no invalida el hecho de que las enfermedades matan. Byung-Chul Han sostiene que el efecto de la deconstrucción está ya aquí: no hay negatividad, no hay prohibición, no hay momento del no. No hay por tanto creatividad. Todo fluye. Todo es liso. El “Me gusta” vacía.

miércoles, 8 de agosto de 2018

Atrapar el tiempo a la carrera

Pretendemos atrapar el tiempo con nuestra carrera. Todo está disponible y depende solo de nuestra respuesta al estímulo. Sin el momento del no, en nuestra cultura, no hay contemplación. Ya Nietzsche observa que es necesaria la pervivencia de la figura del maestro para enseñar a mirar. La sociedad de la eficiencia necesita velocidad: pasamos de caminar a correr. No hay mejora, sólo más prisa. Todo es positivo. Byung-Chul Han señala que no hay creatividad si todo es positivo: todo se hace más liso, más “me gusta”. De ese modo, la actividad muy activa es la menos activa: no hay cambio, solo lo mismo a mayor velocidad (“La sociedad del cansancio”, 2010). Sin el momento del no, no es posible la espiritualidad. Entronca con las tradiciones clásicas: sin abnegación, la persona no tiene acceso a su interioridad, tampoco a la contemplación (Loyola).

martes, 7 de agosto de 2018

Aprender con las mujeres

Si un valor cultural se hace religioso, su fundamentación parece más determinante. Mariola López RCJ analiza en un artículo disponible en internet la relación de las mujeres con Jesús. Habla de puertas que se cruzan: profusos y de calidad son los encuentros de Jesús con las mujeres en un contexto en el que no se valoran bien (es impensable que un rabino tenga una mujer discípula). Jesús aprende también al abrirse a una relación tan original: incorpora de gestos y lenguajes vinculados al servicio, la corporalidad, las tareas domésticas, el cuidado, la amplitud de la misión o la totalidad de la entrega. Aunque los relatos evangélicos así lo muestran, el poderío cultural de lo que ahora denominamos “patriarcado” (sin referencias a la tradición de Israel) invisibiliza incluso en su Iglesia el respaldo enorme de Jesús a las mujeres detrás de nuestras prácticas milenarias.

lunes, 6 de agosto de 2018

Institución y carisma


Todas las instituciones sistematizan la realidad para poder responder a ella. La intuición que las puso en marcha se muere si se tiene éxito en la respuesta. El autor del Apocalipsis lo deja ver en la carta al Ángel de la comunidad de Éfeso: después de indicar que todo se hizo bien, se señala: “dejaste tu amor del principio”. Lo que hacemos, parece, genera lazos y cadenas, nos ata. La pura gratuidad que anida en nuestro deseo más profundo se deshilacha a medida que describimos el objeto de nuestra actuación y evaluamos sus resultados, sus efectos, su impacto. Buber intuye que lo trascendente adquiere siempre forma antropomórfica, pero mantiene su halo de misterio. No hay Iglesia de éxito a la que no le pasen factura las necesidades objetivadoras de la institución. Sin embargo, institución y carisma van de la mano.

domingo, 5 de agosto de 2018

Contraste y amor


En el siglo I hay en la ciudad de Éfeso (hoy Turquía, en el Egeo) una comunidad cristiana tan relevante como para que aparezca entre las cartas a las iglesias del Apocalipsis. Es una minoría en una ciudad con otros valores dominantes. Vive entre conflictos y se configura en modo resistencia. También tiene que lidiar dentro con propuestas de pacto o arreglo impulsados por “falsos profetas”. La comunidad y sus gentes adquieren costumbres, hábitos que la posicionan con identidad propia frente a personas ajenas y frente a quienes desde dentro quisieran alejarla de su fe. La institucionalización funciona. Pero el autor del escrito advierte: “pierdes tu amor del principio”. La normalización de la identidad comunitaria vence enemigos y evita desvíos, pero pierde capacidad de contraste y de amor. No sólo en Éfeso. No sólo en el cristianismo.