En el siglo I hay en la ciudad de Éfeso (hoy Turquía, en
el Egeo) una comunidad cristiana tan relevante como para que aparezca entre las
cartas a las iglesias del Apocalipsis. Es una minoría en una ciudad con otros
valores dominantes. Vive entre conflictos y se configura en modo resistencia.
También tiene que lidiar dentro con propuestas de pacto o arreglo impulsados
por “falsos profetas”. La comunidad y sus gentes adquieren costumbres, hábitos
que la posicionan con identidad propia frente a personas ajenas y frente a
quienes desde dentro quisieran alejarla de su fe. La institucionalización
funciona. Pero el autor del escrito advierte: “pierdes tu amor del principio”.
La normalización de la identidad comunitaria vence enemigos y evita desvíos,
pero pierde capacidad de contraste y de amor. No sólo en Éfeso. No sólo en el
cristianismo.
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