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lunes, 14 de enero de 2019

¿De qué necesito salvación?


Durante años, la gente del mundo occidental del siglo XX y XXI vive en la certeza de que el próximo año estaremos mejor. Siempre fue así en mi entorno: el año que viene tendremos nuevas cosas, nuevos electrodomésticos, mejores muebles, más educación, mejor servicio de salud… Así vive Europa tras la segunda guerra mundial y el acuerdo de Bretton Woods. La mayoría de las necesidades humanas encuentran una respuesta cada vez mejor. Sucede así con las necesidades materiales (alimentación, ropa, vivienda). Las del alma (educación, cultura, equilibrio interior…) se van adecuando a respuestas más “científicas”: una nueva espiritualidad, la poesía, la psicología, el ansiolítico, el coaching o las mil maneras de la autoayuda. Fácil es encontrar hoy a personas que viven sin plantearse una pregunta por la salvación: ¿de qué necesito salvación? ¿Qué más debo pedir aparte de esta soledad visitada que es la vida?

miércoles, 19 de septiembre de 2018

El uso político de la religión

Jesucristo Libertador es título de cierta cristología católica latina del último tercio del s.XX. ¿Un proyecto político? De hecho, incorpora la “Teología política” europea de Metz. Quizás, parte de la catolicidad nicaragüense entendió la revolución sandinista como el triunfo del Reino de Dios frente a la injusticia. En el Egipto del s. XIX, Occidente era ambivalente. Se reconocían como valores a recuperar por el Islam la justicia, la separación política/religión, libertad intelectual, pensamiento racional… Sin embargo, al-Afgani (1839-1897) observa a un Occidente dispuesto a conquistar el mundo islámico. Por eso, propuso que el Islam se uniera y usara la religión como defensa frente al imperialismo. Armstrong (“Los orígenes…”, 1910) insiste: lo religioso da sentido, pero es fundamentalismo cuando pretende plasmarse como una realidad de la razón y la acción política.

domingo, 17 de junio de 2018

Educación y angustia

La educación experiencial dice que aprendemos por lo que la experiencia nos muestra. Quien enseña, en realidad, acompaña el proceso de encuentro con la realidad. Al encuentro llamamos experiencia. Para la pedagogía libertadora (Freire) el encuentro acompañado es “toma de conciencia”. Kierkegaard atribuye un valor determinante en el éxito del encuentro educador a la angustia y a la fe.  Se trata de una angustia del propio ser, de la propia posibilidad de llegar a ser. La realidad aparece como el lugar donde desplegar la posibilidad. La angustia se genera al contemplar esa posibilidad. La angustia no se genera ante el límite que aporta el dato de realidad, sino ante la posibilidad a la que abre ese dato. Por eso, Kierkegaard no se arroja a la nausea (Sartre condenado a la libertad), sino a la fe: la posibilidad de elegir bien para afirmarme, para ser.

miércoles, 13 de junio de 2018

No hay camino en medio

Mi posibilidad pasa por mi elección. Hacerme es tarea principal. De ahí que la presencia inconceptuable del pecado brote en el cada día como angustia. Si no elijo, no soy. Si elijo, señala Kierkegaard, lo hago hacia la contradicción o hacia mi propia personalidad. No hay camino intermedio, no es posible una elección que ni me afirme ni me contradiga. No hay una tercera bandera, como vemos en Loyola (EE.EE.): o echamos cadenas o ayudamos a la liberación. No cabe, pues, la inocencia. Pero se reclama la humildad. Cuando voy por la vida exhibiendo autenticidad, una risita emerge desde la memoria y me sitúa ante las elecciones que apuntalan la piltrafa de lo que pude haber sido. Loyola subraya: sólo el conocimiento interno del daño hecho  -no se puede apartar la mirada, hay que afrontar- nos permite reconocer tanto bien recibido.

jueves, 31 de mayo de 2018

Voz pasiva

Los evangelios sinópticos reconstruyen el jueves santo como cena de Pascua celebrada por Jesús, con sus discípulos. Esa cena es coherente con lo vivido por el maestro, que en muchos momentos a lo largo de la narración come con prostitutas, publicanos y otras personas no aceptables para un purista de su época. Pero esa cena es diferente porque remite a la experiencia de todo su pueblo como historia de liberación: la sangre del cordero que mancha el dintel de las puertas es  sangre de liberación, sangre que frena al exterminador. Es la sangre del cordero que cada familia cena, que cada miembro consume como alimento para el camino. La cena, a su vez, mira hacia adelante en voz pasiva: detenido, acarreado, golpeado, juzgado, condenado, torturado, ejecutado. Dice la comunidad cristiana que cada jueves santo se celebra al amor.

jueves, 18 de enero de 2018

Esperanza y estadísticas

La generación literaria de la Postguerra ve en nuestras ciudades cementerios organizados: “Madrid es una ciudad de  más de millón y medio de cadáveres (según las últimas estadísticas)”, canta el autor de “Hijos de la ira” (Dámaso, 1945). Esos cuerpos son, en perspectiva de Unamuno (padre de todas las preguerras), “también de barro”, como las paredes de cualquier cementerio. Frankl, arrastrándose helado por los campos de Auschwitz sobrevive y crece contemplando fugaz el rostro amado: “Sólo el amor nos salva”, exclama. Joseph Moingt SJ afirma la historicidad actual del Cristo porque tiene una tarea pendiente, inacabada. Esta tarea es la liberación. No es el optimismo el padre de la esperanza. Hay en esa palabra algo de pura innovación inesperada, capaz de hacer de nuestras ciudades algo más que los datos de las últimas estadísticas.

miércoles, 17 de enero de 2018

Una tarea pendiente

Quizás se puede decir muy sintéticamente que lo que Moingt SJ plantea es que la historia del Cristo tiene futuro porque todavía tiene un trabajo que hacer en esta historia. Un trabajo que ya se hace en plural. En ese ámbito de fe, Cristo sigue trabajando en lo que hace la comunidad creyente y también en lo que el Espíritu hace dentro y fuera de esa comunidad. Creer es, en realidad, hacer: participar en la actividad liberadora del Cristo. Y esa es la esperanza: “Que pueda darse a la historia un porvenir absolutamente nuevo”. Lejos de Sísifo que repite su historia. Lejos de la pura dialéctica que llama nuevo al resultado del choque entre lo que ya hay. Eso que se llama en términos cristianos Reino de Dios no se construye sobre la ruina de las esperanzas humanas, sino que se añade como don (como gracia). Ernst Bloch lo llamará “principio esperanza”. 

martes, 16 de enero de 2018

De vuelta a la liberación

J. Moingt SJ, que trata de dar razón de su fe, hace arqueología de los textos sagrados. Anuncia: “Todo comenzó con un rumor: Él volverá”. Nos preguntamos: ¿Por qué nos es pertinente ese retorno para quienes somos del tercer milenio? En “El hombre que venía de Dios” (1994), Moingt responde: ha de volver porque tiene una tarea inacabada: nuestra historia, nuestra humanidad. El también francés, De Chardin SJ, lo hace cosmológico: el que volverá más bien nos atrae hacia Él, es el “omega” y lo es porque de Él provenimos. Es también el “alfa”. ¿Qué hace de este esquema algo más que una autovía entre la cuna y la tumba? Moingt entiende que en él está nuestra liberación, nuestra salvación. Debemos, pues, preguntarnos si las personas del siglo XXI necesitamos alguna salvación. Solo después preguntaremos cómo el Cristo puede ser liberación.