miércoles, 13 de junio de 2018

No hay camino en medio

Mi posibilidad pasa por mi elección. Hacerme es tarea principal. De ahí que la presencia inconceptuable del pecado brote en el cada día como angustia. Si no elijo, no soy. Si elijo, señala Kierkegaard, lo hago hacia la contradicción o hacia mi propia personalidad. No hay camino intermedio, no es posible una elección que ni me afirme ni me contradiga. No hay una tercera bandera, como vemos en Loyola (EE.EE.): o echamos cadenas o ayudamos a la liberación. No cabe, pues, la inocencia. Pero se reclama la humildad. Cuando voy por la vida exhibiendo autenticidad, una risita emerge desde la memoria y me sitúa ante las elecciones que apuntalan la piltrafa de lo que pude haber sido. Loyola subraya: sólo el conocimiento interno del daño hecho  -no se puede apartar la mirada, hay que afrontar- nos permite reconocer tanto bien recibido.

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