Los evangelios sinópticos reconstruyen el jueves santo como cena de
Pascua celebrada por Jesús, con sus discípulos. Esa cena es coherente con lo
vivido por el maestro, que en muchos momentos a lo largo de la narración come
con prostitutas, publicanos y otras personas no aceptables para un purista de
su época. Pero esa cena es diferente porque remite a la experiencia de todo su
pueblo como historia de liberación: la sangre del cordero que mancha el dintel
de las puertas es sangre de liberación,
sangre que frena al exterminador. Es la sangre del cordero que cada familia
cena, que cada miembro consume como alimento para el camino. La cena, a su vez,
mira hacia adelante en voz pasiva: detenido, acarreado, golpeado, juzgado,
condenado, torturado, ejecutado. Dice la comunidad cristiana que cada jueves santo se
celebra al amor.
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