domingo, 3 de junio de 2018

Oficio de consolar

En el discurso ignaciano, la experiencia del resucitado se “muestra por sus efectos” y responde al “oficio de consolar” (Loyola, “Ejercicios Espirituales”). Amor es darse a quien se ama y recibir al que se da. Es cosa recíproca y va más allá de la propia subjetividad. Sin embargo, su lugar habitual no es el público escenario, sino la intimidad del hogar. Imagina Loyola un encuentro entre María, la madre, y el Cristo, su hijo. No es un encuentro con fundamento bíblico –ningún evangelista narra tal encuentro entre las experiencias del resucitado-. A juicio de Loyola, es de sentido común y debe darse por supuesto. Llama la atención que ese encuentro tiene lugar en el ámbito de la intimidad de la Casa. Pasamos así de la enajenación de la tumba a la intimidad del hogar. Después, a la vida pública se enviará a quien tenga experiencia del crucificado/resucitado-.

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