A la brecha tecnológica se responde con alfabetización digital. La
tecnología de la comunicación y la información muta en tecnología del
aprendizaje y el conocimiento y afronta rupturas sociales. Nos cuestiona el
ruido (cómo vamos a distinguir las voces de los ecos) y también la extraña
temporalidad de lo digital (rápido y, sin embargo, permanece imborrable en el
buscador de google y en los mensajes que “wasap” socializa). Necesitamos el
señorío sobre nuestros propios mensajes, con profundidad previa y
responsabilidad posterior a la emisión. Necesitamos discernir la pertinencia y
credibilidad del mensaje con emisor anónimo en la red. Al principio era la
Palabra (Juan). La historia posterior muestra que intereses y malos entendidos
pueden frustrar la comunicación, por muy sólidos que sean los contenidos y por
muy sagrados que sean los formatos.
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