viernes, 13 de abril de 2018

La seducción de Siracusa

Sokal, en “Imposturas intelectuales” (1997) señala la debilidad argumental y de rigor de la postmodernidad: argumentos que importan términos de otras formas de saber y los usan fuera de contexto, incoherente y con polisemia. MacMillan, doce años después, en “Usos y abusos de la historia”, nos muestra cómo la ausencia de rigor es instrumento para manipular: reinventar la historia para justificar las opciones del presente. Mark Lilla, en “Pensadores temerarios”, dibuja el panorama entre ingenuo y prepotente, pero siempre i-responsable, de filósofos que, en el siglo XX europeo, han apoyado formas tiránicas de gobierno mientras arremetían contra los liberalismos y sus desequilibrios. Es la “seducción de Siracusa”: el intento de Platón para guiar al tirano Dionisos hacia la filosofía. Desde entonces, filosofía y política se desencuentran.

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