Entre los criterios para selección de ministerios (Loyola,
“Constituciones”, 1550) aparece el de mayor necesidad. La mera contemplación de
la realidad (líquida, cambiante) exige una respuesta líquida: la adecuación. De
ese modo, escamoteamos el criterio. Nos engañamos. Para evitar el engaño,
miramos la realidad como pecado. La densidad del pecado (“venir en superbia”, Loyola)
impide la mirada líquida y requiere la conversión: sostener la mirada a una
posibilidad siempre más amplia. Requiere el todo y sin el todo no se contenta
(angustia en Kierkegaard). Loyola invita a contemplar al Dios que trabaja en
las cosas, pura donación gratuita, que es nuestra experiencia cotidiana: todo
es don. En la comunión con el absolutamente Otro, podemos en todo (y no en
parte) amar y servir. La mayor necesidad emerge con la rotundidad y densidad
del pecado.
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