Para Aquino, aunque podamos equivocarnos en la percepción de la realidad o en el juicio que elaboramos sobre ella, “el hombre” (al modo de “lo humano”) no es una mera construcción cultural ajena a nuestra experiencia. Pero tampoco es una realidad en sí, independiente de nuestra cultura. La naturaleza creada, en términos teológicos, no es una mera elaboración cultural al margen de la experiencia; ni su concepto es una realidad ajena a nuestra cultura. ¿Merece buscar qué hay de experiencia de lo real en un concepto que se elabora siempre en la cultura dada? ¿Merece indagar qué hay de real en conceptos tan claramente culturales como violencia, amor, hambre, velocidad, enfermedad o espiritualidad? Claro que sí. Pero sabiendo que es una respuesta siempre marcada por esa maravilla que es nuestra capacidad de vivir en la cultura.
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