Para Tomás
de Aquino el conocimiento es de la esencia de las cosas, no tanto de lo que
cada cosa muestra. La imagen de cada cosa concreta se aprehende, pero si la
conocemos es porque captamos su esencia, es el proceso por el que reconocemos
la esencia a lo que llama conocimiento.
Así, la existencia –lo que cada cosa muestra- es posterior a la esencia
de la cosa. Los existencialismos dan la vuelta a esta visión. En realidad,
nuestro existir concreto precede a cualquier esencia de lo que somos. El
hombre, masculino, no es una esencia que concreta en una existencia. Es una
generalización a partir de la experiencia factual de un modo concreto de
existir. El estructuralismo le da otra
vuelta: en realidad cada cosa concreta y su existir fáctico es el resultado de
las relaciones estructurales y rígidas que se dan en nuestro mundo. ¿Volvemos a
Tomás?
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